Cataluña

Mas, el rehén perfecto de ERC

Entre los logros conseguidos por el proceso soberanista está el fraccionamiento de la sociedad catalana en bandos claramente diferenciados en función de su obediencia nacionalista. La visión de los dirigentes políticos del independentismo es un ejercicio de maniqueísmo y sectarismo difícil de digerir y que está empobreciendo a amplios sectores que hasta hace muy poco exhibían como mayor patrimonio la tolerancia y la apertura de ideas, lo que supone un retroceso para el conjunto de Cataluña. ERC se ha convertido en el partido que exhibe sin complejos esta manera de entender la política de «trabucaire», definida por no respetar la legalidad constitucional, simplemente por ser «española», y, además, por hacer demostración de deslealtad a las instituciones democráticas. Lo acaba de manifestar de nuevo su líder, Oriol Junqueras, al retar al Estado con celebrar la consulta separatista el próximo 9 de noviembre, aunque ésta sea ilegal, como previsiblemente dictaminará el Tribunal Constitucional, órgano al que, por otra parte, ni reconoce ni acata «por español». En esta lógica ha sido absorbido CiU, el partido que gobierna la Generalitat gracias al apoyo de los republicanos. Aunque hay que matizar que ese «apoyo» no es desinteresado y su coste es altísimo. Ha conseguido arrebatar una parte del electorado al partido de Artur Mas, dejando que éste sufra los desgastes del gobierno, mientras ellos velan por las esencias del proceso, lo que no sólo no desgasta sino que da brillo y complace a sus votantes: la consulta soberanista se celebrará, sea o no ilegal, y a continuación se declarará la independencia de forma unilateral. CiU es rehén de esta lógica suicida, que ya no sólo pone en peligro aún más la estabilidad política de Cataluña, sino que es un desastre para un partido de gobierno como el de la federación nacionalista, que está a las puertas de perder el poder en la plaza de Sant Jaume y de entregarlo a ERC, al adversario histórico del partido conservador. Convergència es víctima de este pacto, pero no hay que olvidar que fue propiciado por Artur Mas y su círculo, por lo que está en sus manos romperlo. Mas perdió 12 diputados en las autonómicas de 2012 creyendo que las movilizaciones en la calle le darían la mayoría absoluta y, en vez de retirarse, se entregó a ERC, que ahora podría obtener 13 escaños más cuatro años después. Sin duda, la operación política del todavía líder de CiU ha sido un completo fracaso. Francesc Homs, su mano derecha, podrá reprochar ahora a Angela Merkel que critique un plan que sólo busca separar a una parte de España, pero lo cierto es que esa «política internacional» que se iba a desarrollar desde la Generalitat para buscar aliados para el proceso ha sido un verdadero fiasco, como no podía ser de otra manera.