Crisis del PSOE

Oposición sin norte

La Razón
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El Debate del Estado de la Nación ha sido también el primero para Alfredo Pérez Rubalcaba como líder de la oposición y, como tal, una reválida. Una prueba marcada por la debilidad de su liderazgo y la creciente contestación interna en un partido sumido en una suerte de estrés postraumático después de tanta derrota concatenada. En ese sentido, y en otros muchos, la sesión parlamentaria en el Congreso acabó en una frustración más para el PSOE y el propio Pérez Rubalcaba, que no fue capaz de encontrar el tono adecuado y dejó escapar otra oportunidad de forzar un punto de inflexión en una dinámica tan negativa. Su cara a cara con Mariano Rajoy desnudó todas sus carencias y dejó en evidencia cómo sus contradicciones y su pasado inmediato constituyen lastres demasiado pesados para su credibilidad. Pese a ser un notable parlamentario, el ex vicepresidente del Gobierno socialista decepcionó con una intervención deslavazada y hueca. La demagogia tremendista y mil veces repetida no se convierte en verdad y deja de ser un instrumento medianamente eficaz como estrategia de erosión del adversario. Rubalcaba se había pasado de frenada con la petición de dimisión del presidente del Gobierno antes del debate y ese error mayúsculo condicionó un cara a cara fallido para sus intereses. Por si faltaba algo, Pere Navarro irrumpió en la sesión para pedir la abdicación del Rey y que el Príncipe dirigiera una segunda transición. Ferraz debe reflexionar hasta qué punto le conviene seguir durmiendo con su enemigo y no resucitar de una vez su histórica federación catalana para recomponer la cordura y la integridad políticas en una comunidad clave. Que no haya alternativa es malo para el afectado, el PSOE, pero lo es también para el sistema de partidos. La democracia se sustenta en un equilibrio de poderes y en la alternancia política. Si una de esos pilares falla, el edificio se resiente. La deriva socialista es además preocupante en cuanto que, sin una propuesta fuerte, creíble y consistente, se generará un vacío en ese submundo ideológico tan complejo y espinoso como es la izquierda actual, en el que abundan movimientos desestabilizadores y antisistema. Los socialistas están obligados a abrir una profunda y urgente reflexión sobre su presente y su futuro. Es obvio que la renovación tras la pérdida del poder político resultó fallida porque sencillamente no hubo tal. El electorado de centroizquierda demanda una regeneración y una modernización hacia una oferta homologable a otros movimientos europeos y, desde luego, huye de extremismos o proyectos ideológicos anacrónicos. Que el PSOE y sus dirigentes tengan el coraje y el acierto de emprender y culminar ese camino será una decisión que marcará el futuro de un partido centenario abocado a una encrucijada decisiva.