Cataluña

Pujol arrastra a Mas

Además de la indignación general que ha levantado entre los ciudadanos y de la conmoción que ha llevado a sus propias filas nacionalistas, que lo tenían como un referente moral e institucional, la confesión de Jordi Pujol de haber ocultado dinero en el extranjero durante 34 años tendrá profundos efectos en el escenario político catalán, empezando por CiU, federación que él mismo fundó y de la que aún es presidente de honor. Para empezar, el más tocado política y éticamente es Artur Mas, quien a cuatro días de su entrevista con el presidente Rajoy deberá explicar numerosos puntos oscuros de su relación con los Pujol, de su gestión como consejero de Hacienda y de su deber como presidente de la Generalitat. También habrá de tomar decisiones higiénicas como máximo dirigente de CiU. Su primera reacción, sin embargo, ha sido muy desafortunada. Despachar un escándalo de esta magnitud como «un tema personal» es, cuando menos, insultante para los catalanes y para todos los contribuyentes. Hasta su propio delfín en CDC, el recién nombrado Josep Rull, le ha desautorizado al exigir a Pujol que abandone su puesto en el partido. El fraude continuado de quien ha sido presidente de la Generalitat durante 23 años nunca puede ser un asunto privado, sino un hecho grave que afecta de lleno al interés general. Por eso, Artur Mas, que fue consejero de Hacienda a las órdenes de Pujol entre 1997 y 2001, tiene el deber ineludible de despejar en el Parlament las negras sombras que sobre su gestión pasada proyecta la confesión de su mentor. Tendrá que explicar cómo fue posible dirigir la Hacienda catalana mientras el presidente de Cataluña cometía evasión fiscal, si fue por negligencia o por complicidad. Conviene no olvidar que el padre de Mas, que mantuvo una estrecha relación de amistad con la familia Pujol, también fue sorprendido con cuentas opacas en el extranjero. En cualquier país democrático, tal cúmulo de circunstancias darían pie a una investigación política y judicial exhaustiva. Cataluña no debería contentarse con menos. Otro de los flancos vulnerables de Mas es la situación en que queda CiU. En dos semanas, la federación que gobierna Cataluña ha sufrido tres golpes consecutivos y letales: la espantada de Oriol Pujol como número dos a causa de su imputación por corrupción; la dimisión de Duran Lleida como secretario general; y, ahora, el descrédito del padre fundador. La debacle es de tal proporción que CiU sólo se mantiene en pie por el control de la Administración autonómica y al mesianismo independentista con que actúa Mas para no asumir sus responsabilidades. De ahí que su hundimiento preocupe tanto a ERC y demás separatistas, que observan cómo el líder del proceso se ahoga en el albañal de la corrupción. El silencio de Junqueras sobre el escándalo es de una elocuencia atronadora.