Cataluña

Relación destructiva

Resulta muy elocuente del extravío al que ha llevado Artur Mas a Cataluña el hecho de que su gobernabilidad esté pendiente de que se fije o no una fecha a dos o tres años vista, como si los graves problemas que aquejan a los catalanes no merecieran atención más urgente. Es evidente que el líder de CiU, espoleado por un Oriol Pujol que parece buscar al abrigo del poder un cortafuegos a su dudoso horizonte judicial, no ha leído correctamente el resultado de las urnas. Su obstinación en aferrarse al sillón, pese a haber perdido 12 escaños cuando aspiraba a la mayoría absoluta, revela su ceguera para detectar las verdaderas prioridades. Las diferencias entre el modelo de sociedad de CiU y el de ERC son tan abismales y de naturaleza tan irreconciliable que el mero intento de pactar una especie de pacto de gobierno entre ambas formaciones raya con el esperpento. Más aún, sacrificar las políticas necesarias para combatir la crisis a una consulta separatista de inciertas consecuencias es de una irresponsabilidad incompatible con el pragmatismo y buen sentido de los ciudadanos. Los catalanes no están pendientes de ensueños separatistas ni de iniciativas ilegales que sólo causan inestabilidad y miedo, sino de cómo se va a reformar la Sanidad para que siga siendo de buena calidad, de cómo crear empleo para los más de 840.000 parados o de cómo financiar una universidad cuyo prestigio académico se hunde cada año más en las evaluaciones internacionales. Sin olvidar el combate contra la corrupción que ha anidado en varias instituciones catalanas y afecta a altos dirigentes. Se equivocan radicalmente Artur Mas y sus escuderos en cortejar a ERC como socio o apoyo fiable de gobernación, una alianza que sólo puede beneficiar a los separatistas y que perjudica a los votantes naturales de CiU. Su apuesta revela, además, el momento crítico por el que atraviesa la formación nacionalista, en la que sólo Unió parece mantener la cabeza ligeramente despejada. Como es natural, el partido que lidera Duran Lleida se opone rotundamente a que los radicales de ERC marquen las prioridades de la Generalitat, no sólo por razón de principios ideológicos, sino por mera cuestión de supervivencia. En qué medida los lazos que unen desde hace años a Convergencia con Unió pueden romperse por la errática conducta de Artur Mas no tardará en saberse, y sería otra de sus curiosas «victorias» que consisten en avanzar hacia atrás. No están los tiempos, sin embargo, para tales juegos florales o para que la formación más votada se convierta en una jaula de grillos. La responsabilidad histórica de CiU es liderar la recuperación económica y gobernar para todos los catalanes y no hipotecarse en favor de una parte. Es hora de gobernar el presente, no de corretear como un sonámbulo al borde del precipicio.