Pedro Sánchez

Sánchez no las tiene todas consigo

La Razón
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Poco a poco, el electorado va ajustando sus gustos a las predicciones del CIS, que dirige José Félix Tezanos, el más cuestionado de todos sus directores. El ascenso del PSOE es constante desde que Pedro Sánchez llegó a La Moncloa en junio de 2018 y el margen de la victoria –hasta catorce puntos de diferencia tuvo en un sondeo– depende de si la medición se ha hecho a través de voto directo o de estimación, es decir, cocinado a través de variables de ponderación, como la ocultación de voto o la volatilidad de las opiniones. El director del CIS, un veterano dirigente socialista, aplica una u otra fórmula en función de criterios que seguimos desconociendo. Su tendencia a emplear el voto directo, algo que desconcertó a otros centros demoscópicos, ha provocado que sobre el CIS haya mucha desconfianza y que los resultados de un sondeo electoral ya no refleje lo fundamental: a qué partido votaría en ese momento. Sin duda tiene un efecto llamada e incitación al voto. Por lo tanto, el barómetro publicado ayer sólo viene a confirmar que el PSOE ganaría las elecciones con el 34,2% de los votos, 5,5 puntos más que en 28 de abril, aunque en la progresión imparable del CIS frena su ascenso con la última encuesta. Lo sorprendente es que el sondeo se ha realizado entre el 1 y el 18 de septiembre, antes de que se supiese que debía repetirse las elecciones ante la falta de acuerdo entre PSOE y Unidas Podemos, hecho que hubiera tenido repercusión en los resultados. No era una cuestión menor, como tampoco lo era la irrupción en la escena electoral del nuevo partido de Íñigo Errejón. Además de fraccionar el voto de la izquierda, afecta de manera directa al socio preferente de los socialistas, incluso la pérdida de votos de éstos. Por contra, el barómetro valora la fallida primera sesión de investidura, algo que ya no aporta nada, excepto para resaltar que Pedro Sánchez hizo más que Pablo Iglesias por llegar a un acuerdo, que ya es partir de una premisa falsa: la de que probablemente el candidato socialista siempre quiso repetir las elecciones. Hay motivos para que haya preocupación en el PSOE por una probable desmovilización de la izquierda y no mejorar unos resultados que le permitiera tener menos dependencia de UP. No en balde, Sánchez ha iniciado ya la campaña electoral utilizando todos los recursos del que dispone desde el Gobierno. La prolongación innecesaria de su viaje a Nueva York para participar en la cumbre de la ONU sobre el cambio climático ha sido una buena prueba, donde ha alardeado hasta lo indecible de ser el autor de la exhumación de Franco y, de paso, de tratar a la sociedad española poco menos que de ser cómplice del dictador y de vivir en una democracia incompleta. No hay duda de que Sánchez ha precipitado la campaña y que deberá contrarrestar como sea una cierta desafección hacia los políticos, lo que tendría efecto en las urnas. Según el CIS, la política y los políticos son el segundo principal problema que tiene España, después del paro. Lo datos no deberían ser desdeñados por los estrategas de La Moncloa: la situación económica es mala (43,2) o muy mala (34,3), no se ha mejorado respecto al año anterior (56,2) y en el próximo será igual (39,3) o peor (33); la situación política es mala (39,6) y muy mala (37,3) y en nada ha mejorado, incluso ha empeorado (39,4) desde 2018. Sólo un 11,3 valora positivamente la gestión de Sánchez, mientras que el 29,4 considera que es mala y un 17,3 muy mala. Por más dedicación invertida, Sánchez no ha conseguido perfilar la imagen de gobernante solvente, no partidista, centrado en asuntos de interés general y no en peleas ideológicas. Su paso por La Moncloa ha sido una continua utilización institucional de su rango. Ahí queda su único logro político: la exhumación de Franco.