Barcelona
Un 1 de Mayo lastrado por el «procés»
Un pálido reflejo del pasado. Virando a sepia. Esa es la imagen que dan hoy en día los sindicatos. Nada que ver con las grandes manifestaciones del final del franquismo, de la reconversión industrial, de los primeros años de la democracia. Escándalos económicos como el de los ERE en Andalucía o el de los grandes jerarcas del sindicato SOMA-UGT en Asturias a cargo de la minería, han llevado a los sindicatos a un constante goteo de afiliados y simpatizantes. La puntilla que ha dado el golpe de suerte a la reputación social y de clase de los sindicatos ha tenido lugar en Cataluña. Allí, UGT y CC OO se alinearon desde el primer momento con las fuerzas soberanistas –luego independentistas– que defendían el derecho a decidir. El punto de inflexión fue la manifestación del pasado 15 de abril en Barcelona, de la mano de Òmnium y ANC, y en favor de los políticos independentistas «presos». Unos encarcelados que lo están por un proceso judicial abierto por intentar destruir la convivencia y el Estado de Derecho y desobedecer la Constitución. Los sindicatos –su dirección nacional– ha cerrado filas con sus representantes en Cataluña, por más que desde distintos puntos de España se les avisase del error. Una equivocación que deberán asumir también en Cataluña, pues allí la gran mayoría de los trabajadores de CCOO y UGT no son independentistas, pues desarrollan sus trabajos en amplias zonas industriales de Barcelona y Tarragona. Con esa rémora a sus espaldas, los sindicatos buscan desprenderse de su nuevo calificativo de «socio preferente» del «procés» y buscan redimirse y presentarse en público con otros acentos y características, como «defensor» de la igualdad de género –a la vista está la representación femenina que existe en las direcciones de los centrales sindicales– y de las pensiones, cuando fue el PSOE la formación que bajó lo que cobran los jubilados. Por lo demás, silencio sobre el devenir económico y el progreso de nuestro país tras años duros, muy duros, de crisis y desempleo en los que los sindicatos contuvieron a la calle ante la desastrosa gestión económica del PSOE en el Gobierno. Silencio sindical pues ante un hecho irrefutable: que en los últimos años España es el país que más empleo crea de la Unión Europea, el que más empleo crea entre los jóvenes y las mujeres. Otro detalle sobre el que las centrales sindicales que hoy buscan –de nuevo– presentarse como las adalides de los trabajadores han silenciado que en 2017 se ha creado el doble de empleo indefinido que temporal, al tiempo que España lidera la UE en creación de empleo indefinido, con un 3%. Pero eso no interesa. Sería echar piedras contra su propio tejado sindicalista. Por no hablar de que, a diferencia de Alemania, aquí los cúpulas sindicales siempre han desojado la margarita de su independencia del poder del Estado o del Gobierno de turno y nunca se atrevieron a dar el paso de renunciar a la financiación oficial procedente del Estado. Hoy es el día grande de los sindicatos. Su momento para mostrar músculo político. Sin embargo, de nada valdrá. Su presencia en las calles volverá a ser más exigua que el año anterior y sus demandas serán naftalina política ante unas sociedades que les ha dejado atrás en la historia. La lucha de clases tiene hoy en día nuevos y –en algunos casos– tecnológicos campos de batalla social y política. Los líderes de UGT y CC OO se empeñan en repetir una ceremonia del pasado. Una puesta en escena en la que cada vez hay más huecos. El error del «procés» tendrá también una lectura sindical. Al tiempo.
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