Bruselas

Un partido de Gobierno

Sería absurdo pretender que en un partido democrático como es el PP, en el que conviven desde su fundación distintas sensibilidades y tendencias que en nada ponen en peligro su unidad y sus objetivos comunes, no pudieran expresarse opiniones personales. El martes, en una entrevista exclusiva concedida a Antena 3, el ex presidente del Gobierno José María Aznar expuso su parecer respecto a la necesidad de reducir prioritariamente la carga impositiva, que afecta a las clases medias, y no descartó regresar a la política activa si circunstancias excepcionales reclamaran sus servicios, pero subrayando que sólo sería «de acuerdo con su conciencia, su partido y el país». Nada, pues, que justifique el revuelo, ciertamente interesado, de algunos sectores de la oposición que, como el PSOE, se empeñan en transferir a otros sus propios problemas de liderazgo y sus divisiones internas, en las que –como ejemplifica el caso catalán– se enfrentan conceptos fundamentales sobre la estructura constitucional del Estado. Entre José María Aznar y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, pueden existir diferentes interpretaciones sobre los «tempos», pero no las hay en lo que se refiere a los principios que informan el Partido Popular. Por ello, más allá de las controversias de unos días, ambos líderes, que son referentes incuestionables del centroderecha español, deberían retomar los encuentros personales y el intercambio de opiniones, y aun de críticas, lo que redundaría en beneficio del objetivo común, que no es otro que sacar a España adelante. Es lo que exige la sociedad española y la primera preocupación del Gobierno. José María Aznar tiene sobrada experiencia como estadista y sabe que cuando se está al frente del Ejecutivo no siempre suceden las cosas como se desea, sin tener que renunciar por ello a intentar cumplir los proyectos. Ayer, tras la reunión de los jefes de Gobierno de la Unión Europea, celebrada en Bruselas, Mariano Rajoy expuso, una vez más, las circunstancias que condicionan el actual escenario político y económico, resultado de una crisis que ya dura cinco años y que tiene una dimensión prácticamente mundial, y se reafirmó en la idoneidad de una política que tuvo que responder simultáneamente a la imposibilidad de refinanciar una deuda a unos tipos de interés asumibles y, al mismo tiempo, a la necesidad de hacer frente a unos gastos sociales crecientes, sobre todo en pensiones y seguro de desempleo. Los hechos le abonan. España, hoy, se financia con unos intereses asumibles, ha abordado la reforma financiera, ha alejado el fantasma del rescate, ha reducido la inflación y ha incrementado las exportaciones. Es posible que aún no se den las condiciones para afrontar la bajada de impuestos, pero nadie en el PP duda de que, con la reducción del paro, es el objetivo principal a batir.