Papel

Venezuela, país para no imitar

La maniquea división de la sociedad en «explotadores» y «explotados», tan cara a los regímenes totalitarios, está detrás de los grandes fracasos políticos y económicos que han caracterizado a los socialismos del siglo XX. La experiencia histórica nos enseña que han sido las grandes democracias occidentales las que más se han acercado al ideal igualitario del Estado del Bienestar, desde el respeto a la libertad individual en todos sus aspectos, incluido el libre mercado, y la corrección de las inevitables disfunciones por la vía de la imposición fiscal claramente regulada por el poder legislativo,administrada desde el poder ejecutivo y fiscalizada por los tribunales. Sólo desde estas bases políticas, a las que se adhirió la socialdemocracia, es posible generar riqueza nacional para su posterior distribución. En Venezuela, país instalado bajo una nueva versión totalizante de la pueril división de clases, el previsto fracaso económico del modelo socialista está provocando una grave fractura entre el régimen y la sociedad, que el Gobierno de Nicolás Maduro despacha con el fácil expediente de considerar desafección punible cualquier crítica o propuesta de cambio político. Con el agravante de que el mantenimiento de la política clientelar y populista desarrollada por su antecesor, el fallecido Hugo Chávez, que ha terminado por destruir el frágil entramado productivo venezolano, se encuentra en grave riesgo por el desplome de los ingresos petroleros, que son, prácticamente, la única fuente de divisas del país. Pero incluso con los precios del crudo al alza, las patentes disfunciones del sistema bolivariano habían obligado a Caracas a endurecer las medidas de represión política y de control de los mercados. Hoy, Venezuela padece escasez de productos básicos, sufre la inflación más alta del mundo y ve cómo se acalla a las voces disidentes. En amplios sectores de la sociedad española, que apenas está superando las consecuencias de una larga y profunda recesión, el ejemplo de lo ocurrido en Venezuela produce una innegable alarma por las conocidas vinculaciones profesionales, económicas e ideológicas que el régimen chavista ha mantenido con los líderes más caracterizados de Podemos, partido cuya presunta emergencia en el panorama español debe pasar el contraste de las urnas. Se trata de una alarma, a nuestro juicio, infundada, tanto por las abismales diferencias que se dan entre Venezuela, desarmada institucionalmente, y España, que es una democracia consolidada, como por el ámbito socioeconómico en el que opera el fenómeno populista español, tributario de una situación coyuntural que la recuperación económica en nuestro país debería neutralizar. En cualquier caso, el destino de los modelos voluntaristas y demagogos es siempre el mismo, no importa dónde aniden.