
Y volvieron cantando
Érase una vez el PSOE
Sánchez, desde la noche en la que ganó las primarias a Susana Díaz jamás ha sido objeto de contestación alguna a nivel interno a pesar de haber cosechado pésimos resultados
El comedor donde el presidente de Castilla-La Mancha, García-Page recibe para almorzar a visitantes ilustres o de puntual interés va a experimentar un notable descenso de comensales llegados desde fuera de la región, casi todos ellos con carnet socialista, al margen de su cierre por vacaciones. Por su parte el aragonés Lambán recoge de manera definitiva los bártulos hacia una honrosa retirada de la vida política, mientras el ex presidente ZP guarda las trompetas del toque a rebato en defensa de quien mande en el partido para no perder capacidad de influencia y algún otro veterano como el extremeño Fernández Vara, maestro en el paso adelante-paso atrás entre el poder político y el laboratorio forense, quién sabe si se acaba pensando por penúltima vez la retirada, de resultar agraciado por los cargos institucionales que el revitalizado sanchismo se dispondrá a repartir desde el momento en el que el actual presidente sea reelegido en sesión de investidura previsiblemente cara no para el candidato sino para todos los españoles.
Decían quienes no acaban de calibrar en toda su extensión el poder absoluto de Sánchez al frente del PSOE, que el súbito adelanto electoral tenía que ver exclusivamente con una finta a la contestación interna tras el batacazo del «28-M». Nada más lejos de la realidad. Ese adelanto se correspondía con la acertada estrategia de hacer encajar como el guisante en la vaina y la llave en la cerradura a la precampaña electoral con el proceso de pactos y negociaciones entre PP y Vox en varias comunidades autónomas. Sánchez, desde la noche en la que ganó las primarias a Susana Díaz jamás ha sido objeto de contestación alguna a nivel interno a pesar de haber cosechado pésimos resultados en los comicios autonómicos de País Vasco, Madrid, Castilla y León, Andalucía o Murcia y no lo ha sido, sencillamente porque no existe orgánicamente ningún poder con capacidad para levantar la voz, ni en el agradecido grupo parlamentario de Congreso y Senado, ni en la ejecutiva, ni en el lobotomizado comité federal, caldera de debate y contrapesos antes de que el PSOE se convirtiera gracias al invento de las primarias en una organización caudillista, perfectamente encajada ahora dentro de un frente nacional de poder por el poder junto a radicalismos periféricos. Ignoro si el partido que modernizó Felipe es ahora mejor o peor, sencillamente es ya otra cosa.
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