Opinión

España ante una encrucijada

Nos encontramos ante un escenario que es insólito en nuestra democracia: desde 1978, sólo ha habido un presidente que ha aspirado a serlo sin haber ganado las elecciones: Pedro Sánchez.

Alex Cortés

La política española está en plena ebullición. Y de momento todos los escenarios son posibles. Tras la investidura del presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, que defendió brillantemente su programa de gobierno, nos encontramos ante un escenario que es insólito en nuestra democracia: desde 1978, sólo ha habido un presidente que ha aspirado a serlo sin haber ganado las elecciones: Pedro Sánchez. Parece poco lógico que se intente retorcer el mensaje que ha trasladado las urnas: el ganador de las elecciones fue Alberto Núñez Feijóo y la mayoría de los españoles no han avalado las políticas socialistas y de Podemos de estos años. Otra cuestión es que los escaños den para sumar y que salga un presidente haciendo auténticos malabares parlamentarios.

La inestabilidad política no es buena ni para España ni para sus ciudadanos y por más que se intente trasladar otro mensaje, la realidad es que gobernar en coalición con Sumar y con otras fuerzas, como EH Bildu, PNV, Junts o ERC, genera una tensión política que más tarde que pronto, acabará siendo insostenible. Y será en perjuicio de todos. La economía y las empresas, buscan un clima que genere certidumbre y seguridad jurídica. Ese clima es esencial para que sean motor de creación de empleo.

Junts y ERC, que fueron partícipes directos de un golpe de estado institucional contra nuestro Estado social, democrático y de derecho. No quieren participar de la gobernabilidad de España, quieren continuar con sus aspiraciones rupturistas; cuanto más débil sea el Gobierno, mejor. Es una realidad, se quiera ver o no se quiera ver. Y no se puede normalizar ninguna relación política con quienes rompieron el marco de convivencia y tienen la plena convicción de que si pudieran, lo volverían hacer.

Este proceso que se está viviendo, al margen de cuestiones jurídicas y de la desvergüenza política de quienes están promoviendo la amnistía, tal y como se está trasladando a la opinión pública, es una falacia. Los independentistas no van a renunciar a la vía unilateral porque la llevan reclamando desde el momento de su existencia. Carles Puigdemont no va a renunciar a la vía unilateral.

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz justifican la amnistía, que atenta contra la igualdad de todos los españoles, por un interés puramente partidista disfrazado de un interés general que no existe. La reflexión que seguramente por ingenuidad muchas personas no han hecho, es que para perdonar, es necesario que las dos partes tengan la firme convicción de hacerlo. Los independentistas quieren la amnistía para recomponerse, para que sus líderes vuelvan a las instituciones y en cuanto puedan, volver a poner en marcha el reloj para intentar hacer un referéndum unilateral de independencia.

No olvidan ni perdonan que el Estado de Derecho funcionara en 2017 y que fuera el Gobierno del Partido Popular, el de Mariano Rajoy, el que pusiera punto y final al atropello de derechos y libertades con la aplicación del 155 de la Constitución. Ahora, con un gobierno débil y sin convicciones, intentarán ganar la partida. España está ante una encrucijada difícil de resolver.