Tribuna

No por esperado

La sudamericanización de nuestro sistema político avanza, hemos llegado a un punto que ya nada sorprende, luego imagínense lo peor y lamentablemente acertarán

No por esperado indigna menos. Esta expresión bien puede quedar ya acuñada como cláusula de estilo para referirse a las decisiones del Tribunal Constitucional, corrijo, de este Tribunal Constitucional, el diseñado desde instancias gubernamentales para sentenciar que de la Constitución se deduce o, sin más, proclama- lo que interesa al gobierno y sus grupos parlamentarios aliados.

El Tribunal Constitucional se ha ido conformando con juristas de variada procedencia y, salvo sonoras excepciones, la tendencia general ha mostrado que cabe el diálogo jurídico, llegar a puntos de encuentro, entenderse entre quienes hablan el mismo lenguaje, el del Derecho. Ahora este Tribunal Constitucional parece impúdicamente diseñado para conformar una mayoría monolítica, identificada con los planes de la mayoría parlamentaria, que ven la Constitución no un límite al ejercicio del poder sino un obstáculo, luego reinterpretable según sus intereses. Y obscenamente se le nutre con hábiles magos del Derecho, gentes del ámbito gubernamental o miembros de una asociación judicial que celebró la llegada del gobierno nacido de la moción de censura, moción propiciada por uno de sus afiliados.

Dejo el aborto o la eutanasia y ahora no por esperado resulta menos indignante que este Tribunal Constitucional declare la constitucionalidad de que se neutralice al Consejo General del Poder Judicial –ojo, un órgano constitucional– simplemente porque no lo controla la mayoría parlamentaria, gobierno al frente. Y ¿qué cabe esperar cuando tenga que pronunciarse sobre una derivada de ese asunto?, me refiero a la segunda tropelía, la otra ley oportunista dictada para que el Consejo sólo eligiese a dos miembros de este Tribunal Constitucional, así convenía como paso necesario para formar esa mayoría monolítica.

Mientras, queda suspendida sine die la provisión de vacantes en lo que se denomina la «cúpula judicial»: presidencias de Salas, Audiencias, Tribunales y, sobre todo, el Tribunal Supremo. Ignoro qué ocurrirá cuando la legislatura eche a andar, si habrá acuerdo para renovar al Consejo, pero de seguir bloqueado ¿cuál será el siguiente paso? Metidos como estamos en este proceso degenerativo de nuestro Estado de Derecho cabe presagiar cualquier tropelía, por ejemplo, que modifique la ley para que el Consejo se elija por mayoría absoluta y no por tres quintos como manda la Constitución. De darse ese paso este Tribunal Constitucional dirá –hagan apuestas– que, si se mira bien, pero bien, resulta constitucional: que no nos enteramos.

Esto no es hacer política de ficción porque si el fruto de esta parálisis es un panorama de decenas y decenas de vacantes que va engordando, se estará gestando un apetitoso botín que permitiría a quien controle al próximo Consejo pueda colonizar esa cúpula judicial y hacer un Tribunal Supremo como este Constitucional. Y es que la sudamericanización de nuestro sistema político avanza, hemos llegado a un punto que ya nada sorprende, luego imagínense lo peor y lamentablemente acertarán, porque en términos de respeto al Estado de Derecho ¿qué cabe esperar ya cuando se pacta impunidad para unos delincuentes si garantizan seguir en el poder?

¿Este panorama tiene solución, alguien puede arreglarlo? La Unión Europea amaga y no remata. Y es que una cosa son las tropelías polacas o húngaras y otra las «progresistas». Para Europa los españoles podemos cocernos en nuestro propio jugo siempre que no pongamos en riesgo la zona euro, es más, hay «socios» europeo a los que conviene que en el patio europeo seamos un competidor debilitado. Sigo indagando. ¿Los propios jueces? Con sonoro silencio han recibido el último desafuero de este Tribunal Constitucional contra la independencia judicial, y no pocos han celebrado la escuálida subida salarial que les ha dado el gobierno-patrón. ¿Y los fiscales? Perdón, lo pregunto sólo por cortesía. ¿El Ibex35?, el dinero es cobardón, va a lo suyo y la Justica le importa poco o nada. ¿Lo hará la comunidad jurídica? Silencio en universidades, academias o colegios profesionales. Pues ¿será la ciudadanía? Debería, aunque los aciagos días del 11M mostraron lo fácil que es pastorearla. Tal vez haya que esperar a un cambio generacional.

Quizás se hayan perdido, pero retengan que acabamos de vivir otro episodio protagonizado por esa fuerza política que sólo entiende la lógica y el lenguaje del poder total. Fiel a ese adn, ha protagonizado los desastres de nuestra historia contemporánea y en particular de la judicial. También sus líderes del pasado más inmediato, esos que ahora repudia su propio partido y a quienes sus antiguos adversarios añoran en comparación con los actuales. Incluso una masa conservadora de flaca memoria los considera próceres. Habrá que recordar a tanto desmemoriado, que echa de menos lo que sea, que esos próceres son causantes de lo que ahora padecemos y que también despreciaron a la Justicia cuando se toparon con ella. No son tan distintos de los actuales líderes: sólo se diferencian en que los de ahora son más insolentes, toscos y carecen de escrúpulos.