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Evidencias

Él, que se escapó en el maletero de un coche y ha recibido por tierra, mar y aire (no catalanes) la acusación de «cobarde», les devuelve la pelota a quienes detesta

Esto de la táctica de la «proyección», en política, se está pasando de la raya. Llegando a extremos demasiado extremistas, valga la plétora semántica. Grotescos. Dicen que la proyección se usa como mecanismo de «defensa», por lo cual debemos deducir que las personas (políticas) que lo utilizan hasta el delirio se sienten atacadas. Que se están guareciendo de supuestos ataques de sus antagonistas en la vida pública. Quien proyecta atribuye a estos enemigos, pues, sus propios defectos, debilidades, carencias, incluso sus vicios y corrupciones más íntimas. Es la proyección denominada «negativa», porque de la positiva en la actualidad española no hay, por supuesto, ni rastro. Pero, más allá del análisis del discurso político desde el punto de vista de esta bochornosa y patética proyección, que hace rato que dejó de ser freudiana para convertirse en táctica de patio de guardería, se adivina también un «subtexto» muy interesante en esas expresiones claramente proyectadas cual balas mortíferas.

El subtexto que originalmente, como se deduce de su propio nombre, se deriva del texto escrito, es todo aquello que no resulta evidente en un texto, pero que está ahí, marcando una importancia decisiva. Es un contenido «por debajo» de lo tangible, y muchas veces igual de obvio. Verbigracia, ahí tenemos el subtexto de Puigdemont tildando de «cobardes» tanto al PP como al PSOE, diciendo que «de los partidos españoles no puedes fiarte, porque acaban escondiéndose debajo de las togas de los jueces, que al menos son valientes». En esta declaración tan escueta hay una gloriosa combinación de proyección y subtexto que haría las delicias de Julia Kristeva. Lo que resalta es «la cobardía» como núcleo irradiador de Puigdemont. Él, que se escapó en el maletero de un coche y ha recibido por tierra, mar y aire (no catalanes) la acusación de «cobarde», les devuelve la pelota a quienes detesta. Aunque no se olvida de exculpar a quienes teme: a los jueces, bajo cuyas togas sospecha que se puede esconder cualquiera, incluso esos cobardes del PP y el PSOE. Y nos lo recuerda, por si acaso…