Los puntos sobre las íes
Feijóo o Sánchez: ¿A quién compraríamos un piso usado?
A Sánchez no le firmaríamos una compraventa este domingo por la perogrullesca razón de que ya nos estafó dos veces.
Uno de los gremios más detestados en EEUU es el de los vendedores de coches usados. Allí comprarse un vehículo de segunda mano es diez veces más frecuente que en esta España en la que si no posees una vivienda o un automóvil nuevo te sientes el paria del barrio. Aunque forma parte del acervo político del país desde tiempos inmemoriales, no deja de ser la inevitable pregunta que el americanito medio se formula cada vez que encara el camino de las urnas en unas Presidenciales: ¿le compraría un coche usado al tipo del cartel del Partido Demócrata?, ¿me fiaría en ese trance del candidato del Republicano? Ese interrogante figura marcado a fuego en el subconsciente de los 230 millones de estadounidenses con derecho a voto. Como quiera que lo de los automóviles usados no se estila tanto en España, mañana debemos parafrasearles pero cambiando el concepto «coche» por el término «piso». Y cuestionarnos muy seriamente antes de armarnos de valor al ir a votar a 40 grados a quién le adquiriríamos una vivienda de los cuatro pretendientes en liza: Sánchez, Feijóo, Abascal o la planchadora fake Díaz. Cualquier español, española o españole en sus cabales tal vez hubiera comprado una usada a Sánchez hace cuatro años, en noviembre de 2019, pese a que en realidad llegó al cargo de encargado de la inmobiliaria PSOE haciendo más trampas que los hermanos Maverick en sus celebérrimas timbas. ¿Qué, si no, fueron esas morcillas sobre la responsabilidad del PP como persona jurídica en la sentencia de Gürtel que sirvieron de pretexto para sacar adelante la cantosa moción de censura? Vamos, que Sánchez falseó chungamente el currículum para que le dieran el puesto de jefe de la agencia que en primera instancia le habían negado. Fuera metáforas y coñas, he de recordar que Rajoy le sacó 52 escaños en 2016. No menos necesario se antoja enfatizar que al examen de Agente de la Propiedad Inmobiliaria, tal que la tesis, se presentó otro diciendo que era él. Y también nos juró y perjuró que la vivienda estaba vacía y resulta que está atestada de okupas a los cuales se niega a desahuciar. A saber: los golpistas catalanes, los etarras de ese hijo de Satanás que es Otegi y los comunistas del quinqui Iglesias. Nos contó también que la hipoteca nos saldría por 1.000 euros al mes y ahora comprobamos que el recibo que nos pasa el banco es de 3.000 porque había unas cláusulas abusivas en la letra pequeña que no leímos porque era tan amable, tan guapo y tan curilla que nos encandiló. A Sánchez no le firmaríamos una compraventa este domingo por la perogrullesca razón de que ya nos estafó dos veces. Ítem más: falsificó las escrituras, le entregaron dinero en B y luego si le ven ya no se acuerda. Y encima la morada está plagada de goteras. El baranda de la inmobiliaria PP es la antítesis. Que es fiable y confiable lo certifica el hecho de que los gallegos le compraron mayoritariamente pisos usados cuatro ocasiones seguidas. En la vida te pueden dar gato por liebre una o dos veces pero no cuatro. Y ni falseó el currículum ni le regalaron la carrera, ni se le ocurrió meter squatters en el domicilio. Y, desde luego, la casa que enajenaba tenía precio cierto. No hay color. El uno es un timador y el otro un personaje con mirada limpia. A los hechos me remito. Eso sí, mañana, antes de salir de casa, hagámonos la pregunta del millón de dólares. Más vale que acertemos porque nos jugamos demasiado. TODO, para ser exactos.
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