Letras líquidas

Feminismo de cristal

No ha resultado nada original la táctica socialista de querer tapar el escándalo de sus puteros con el nombramiento de una o varias mujeres

Lo de la autocita resulta muy poco elegante. La versión más refinada o elaborada del «ya lo dije yo» de toda la vida como recurso para exponer y afianzar posiciones y argumentos. Ya siento, de verdad, recurrir a ella, a la autocita, pero es que después de los últimos días de disociación feminista que ha atravesado el PSOE no puedo dejar de pensar en un artículo que escribí en estas mismas páginas en agosto del año pasado. El techo y el precipicio de cristal eran los protagonistas. Por aquel entonces, antes de que Trump 2.0 se impusiera y en plena campaña para las presidenciales de noviembre del 24, Kamala Harris aspiraba a la Casa Blanca en un giro «in extremis» de los demócratas, forzado por la desesperación ante el vacío de liderazgo tras la marcha de Biden (o el empujón para que se retirara). De poco, ya se pudo comprobar, sirvió el reemplazo nominativo para las aspiraciones de superar a los republicanos en las urnas porque el encumbramiento de una candidata (que habría sido la primera mujer presidenta de Estados Unidos) quedó reducido a un ejemplo de manual de esos acantilados transparentes hacia los que instituciones, organismos o empresas precipitan a mujeres en circunstancias imposibles (para refrendar esta afirmación me remito a los datos de la columna ya citada. Perdón otra vez). Y visto el ejercicio tramposo e interesado estadounidense, no ha resultado nada original la táctica socialista de querer tapar el escándalo de sus puteros con el nombramiento de una o varias mujeres, qué más da, estrategia al peso, en puestos de responsabilidad mientras las siglas de Pablo Iglesias I atraviesan un momento más que crítico. Porque una vez que las cuotas ya están protegidas por ley y no son una quimera sino una situación más o menos habitual en una sociedad con parámetros igualitarios avanzados (aunque falte, y mucho, por hacer), hay que exigir a los actores públicos un plus cualitativo que pase por no debilitar tanto al feminismo que termine convertido también, como los techos y los acantilados, en un artefacto de cristal, que se rompa con solo tocarlo.