El trípode del domingo

Una gran oportunidad (¿perdida?) en Fátima

Escribíamos ayer que confiábamos no fuera una «mera» coincidencia que Francisco aprovechara su estancia en Lisboa participando en la JMJ, para desplazarse a Fátima, precisamente ayer por tratarse del primer sábado de este mes de agosto

Escribíamos ayer que confiábamos no fuera una «mera» coincidencia que Francisco aprovechara su estancia en Lisboa participando en la JMJ, para desplazarse a Fátima, precisamente ayer por tratarse del primer sábado de este mes de agosto. Era una jornada que parecía preparada por la Providencia para relanzar al mundo desde ese lugar bendecido por la Virgen desde el 13 de mayo de 1917 el mensaje que Ella vino a traer a la humanidad en unos tiempos de particular tribulación.

Aquel ya lejano año, la Virgen vino de los Cielos a la Cova da Iria para transmitir un mensaje de esperanza a un mundo atribulado por la guerra (la Primera Guerra Mundial iniciada en 1914) alertando de la necesidad de conversión mediante el rezo del Rosario para evitar «una guerra mayor» (la que sería Segunda Guerra Mundial) por ser las guerras «consecuencia de los pecados de los hombres». Conocedora a su vez de que el mundo no iba a hacer caso de su pedido, prometió dos grandes Gracias: una, para evitar que tantas almas se condenaran por no haber quienes se sacrificaran por ellas; y otra, para evitar esa otra «guerra mayor». Ambas Gracias las prometió en su tercera aparición, la del 13 de Julio de aquel año, y por supuesto que fueron cumplidas.

La primera fue en Pontevedra el 10 de diciembre de 1925 y la segunda, en Tuy, el 13 de junio de 1929. La primera consistió en conceder en el momento de la muerte las gracias necesarias para evitar condenarse a quienes durante su vida practicaran la devoción de «los 5 primeros sábados de mes». La segunda, para evitar la Segunda Guerra Mundial (¡nada menos!), la «conversión de Rusia» y «un tiempo de paz» mediante la Consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón por parte del Papa «en comunión con todos los obispos del mundo».

En un mundo como el actual, profundamente descristianizado y sometido al «credo del anticristo» –así definido por Benedicto XVI como el conformado por el aborto, la eutanasia y la ideología LGTBIQ+–, y con una guerra en Europa con Rusia de protagonista, esas dos extraordinarias Gracias parecen más necesarias que nunca. Qué gran ocasión y qué gran oportunidad para actualizar esa olvidada devoción de los primeros sábados, e invitar a la catolicidad mundial a seguirla como un ancla de seguridad que Nuestra Madre ofreció y sigue ofreciendo a todos sus hijos, navegantes en las procelosas aguas de este mundo. En cuanto a la Guerra, Rusia, y la paz en el mundo, sobran palabras. Sin duda Dios «sabe más» y respeta nuestra libertad.