El trípode

La Guadalupana y la Cristiandad ulterior

En México es posible ser católico, agnóstico, ateo o mediopensionista; pero lo imposible es no ser ferviente devoto de la «Guadalupana».

Hoy es la fiesta de la Virgen de Guadalupe, la Emperatriz de América, de la que es poco todo cuanto se diga para su honor y gloria. En México es posible ser católico, agnóstico, ateo o mediopensionista; pero lo imposible es no ser ferviente devoto de la «Guadalupana».

Su historia comienza con la aparición de Ella en la cima del cerrito del Tepeyac a un indio de la etnia cachimina que tras ser bautizado un año antes por los misioneros franciscanos españoles, será bautizado como Juan Diego y proclamado santo por san Juan Pablo II el año 2002. El sábado 9 de diciembre de 1531, ya con 57 años y viudo, se dirigía a Tlatelolco a la catequesis sabatina que impartían esos religiosos, y comienza la revelación que culminará el martes 12 de diciembre (hoy) de 1531.

Durante esos tres días se desarrollará una maravillosa sucesión de encuentros y diálogos entre la Virgen y él, a quien Ella le llamará «Juanito» diciéndole que no ande tan preocupado por las cosas que traía entre manos que allí «estaba Ella y que era su Madre». Tras ese encuentro se había dirigido a la capital a presentarse al obispo, el franciscano vasco Juan de Zumárraga, a pedirle de su parte que construyera una capilla en el Tepeyac, a lo que éste le había respondido que le aportara una prueba de la historia que le narraba, para poder creerle. Sintiéndose incapaz de ello, la Virgen se le volvió a aparecer por sorpresa y le pidió que le trajera unas flores de aquella cima, recogiendo unas hermosas rosas pese a que la temporada no era propicia. Tras enseñárselas a Ella, le dirá que se las llevara al obispo como la prueba solicitada, y él las guardó en su tilma. El martes día 12, volvió a presencia del obispo, y al extender la tilma colgada a su cuello para mostrar las rosas, ante el estupor de los presentes quedó a la vista, impresa en su tilma, la imagen que desde entonces es mundialmente conocida y venerada como la de Nuestra Señora de Guadalupe.

Ese milagro patente dio un impulso decisivo a la misión evangelizadora de España que desde su comienzo en México por Hernán Cortes en 1521 avanzaba con gran dificultad, en particular por el mestizaje. En 1517 había comenzado en la antigua Cristiandad europea, el cisma luterano protestante. La América hispana se convertirá en la cristiandad «ulterior» con una cifra de millones de indígenas bautizados en los diez años siguientes similar a los que en ese mismo periodo habían abandonado la fe católica por el cisma.