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Hartura

Incluso México se ha permitido darnos lecciones de «feminismo», a pesar de que, «au contraire», debe ser un país siniestramente campeón en feminicidios

Una se había ilusionado con el fútbol femenino, quizás por esa capacidad de arrastre papanatas que tiene el éxito (y, además, femenino), pues es sabido que el éxito es hijo de mil padres y el fracaso nació huérfano incluso de madre. Pero he renunciado finalmente a interesarme por este deporte. Lo he hecho con pesar, después de observar, desde el más absoluto bochorno, el ridículo internacional que hemos protagonizado como nación con el tema del «besito» (me niego a llamarlo «pico»: a mí eso me suena a drogadicciones de heroína, soy una antigua). Estoy hasta el turbante del Rubi, la Esti, el Otri, la Chony, la Filfa, el Ministerio Orwelliano...

Me avergüenza el absurdo ridículo internacional que ha protagonizado España. Incluso México se ha permitido darnos lecciones de «feminismo», a pesar de que, «au contraire», debe ser un país siniestramente campeón en feminicidios (ahí está lo de Ciudad Juárez, verbigracia), cuyo presidente no deja pasar ocasión de insultar a los españoles cada vez que ve un micrófono cerca. Nuestras radicalmente (literalmente) entusiastas autoridades han aprovechado también la oportunidad para presentarnos irresponsablemente ante el resto del planeta como si fuésemos un rincón del globo atrasado y cavernícola en vez del ganador, por sus jóvenes mujeres, que se suponía que éramos después de la gesta futbolística femenina. El «No voy a dimitir, ¡¡¡no voy a dimitir…!!!», ha quedado a la altura del «¡No me vas a grabar más!», «¡Si me queréis, irse!», «¡Dientes, dientes!»… Etc. Todo esto no tiene un pase. Yo, al menos, estoy avergonzada. En esta vida se puede hacer (casi) de todo menos el ridículo. Y cuando, además, la irrisión se practica en cabeza ajena, dejando a los españoles, españolas y españolos como gentecilla necia, rancia, triste, cafre, adefesia, arlequina y fantocha, pues apaga y cierra España, Santiago. Y las acusaciones modernuquis, con carnet de club exclusivo feminista progresivo de las autoridades, señalándonos ante el mundo como la covacha donde se oculta la caverna del atraso machirulo, me reafirman: seguiré a los All Blacks, el rugby neozelandés... Yo, aquí me bajo.