Apuntes

Hay que entrar en Gaza... Y quedarse

Bajo las leyes de Israel los palestinos podrían prosperar, como Dubái

La Prensa israelí se pregunta por los fallos de seguridad habidos en Gaza y, poco a poco, va dando cuenta de la magnitud de la operación terrorista llevada a cabo por Hamás. Así, se publican imágenes del sistema de vigilancia electrónico en el momento de ser atacado por drones palestinos, se descubre que varios de los globos cautivos de observación llevaban varios días inoperativos y se habla de que el lanzamiento masivo de cohetes saturó la «cúpula de hierro» antimisiles y permitió que otros drones atacaran media docena de puestos de control del Ejército. Sin duda, se conocerán más fallos que explicarán cómo fue posible que varios miles de milicianos, luego seguidos de una turbamulta salvaje, cruzaran una de las fronteras más vigiladas de la tierra y se exigirán responsabilidades al gobierno de Israel. No es que Netanyahu sea mi político preferido, pero puestos a repartir culpas la lista de candidatos es tan enorme y alcanza a individuos de tantas nacionalidades que difícilmente podrá hacerse justicia. Porque el fallo primigenio, del que se deriva todo, parte de la asunción por los diferentes gobiernos israelíes de que los ataques sobre su territorio y su población sólo pueden ser respondidos de manera que no alteren mucho a la opinión pública occidental, especialmente, al «New York Times». Uno vivió este absurdo en la primera guerra del Golfo cuando, sin venir a cuento, el tío Sadam se lio a tirar Scud sobre Israel y veía cómo la población era obligada a meterse en habitaciones aisladas contra los gases, pero en las que la metralla accedía perfectamente, mientras la Prensa occidental advertía seriamente y con grandes titulares contra la mera posibilidad de que Israel respondiera como era debido, a bombazos, claro, a los iraquíes. ¡Cuidado con las represalias! decían y «retaliation» fue la palabra de moda aquellos días, no fueran los judíos a fastidiar la alianza que se había montado Washington con los árabes para liberar Kuwait. Luego la USAF bombardeó con napalm una columna iraquí en retirada y nadie dijo nada de los soldados abrasados en los vehículos, que hubo que recuperar los cadáveres con espátula. Pero, eso sí, Israel, bajo los Scuds debía contenerse. Pues bien, la «cúpula de hierro» es la quintaesencia de esta filosofía por la que matar judíos está mal, claro, pero ojito con ir demasiado lejos en la represalia. Más de una década llevan los de Hamás y los de Hizbulá disparando cohetes sobre el pueblo de Israel, pero como el sistema de defensa funcionaba relativamente bien, como los muertos propios eran pocos, pues se podía ir tirando. Y, así, hemos llegado a ese absurdo de tener unos vecinos que periódicamente bombardean tus ciudades y a los que de vez en cuando tienes que dar unas tortas, pero que ahí siguen, recobrando fuerzas y mejorando la manera de matar más judíos. No creo que ningún país aguantara mucho tiempo esa situación sin entrar hasta la cocina. Al final, ha pasado lo que tarde o temprano tenía que pasar, que, fiados en la «cúpula de hierro» y en los ojos electrónicos han sido los terroristas quienes han llegado a las casas y asesinado, como en los viejos pogroms, a los judíos por el mero hecho de serlo. Ahora, Israel tendría que ir hasta el final y si hay que acabar con Gaza como entidad independiente, pues se acaba, que, total, los de Hamás nunca han respetado un acuerdo. Y, a lo mejor, como decía la vicealcaldesa de Jerusalén, Gaza se convierte en Dubái y sus habitantes prosperan como la gente normal.