Y volvieron cantando
Hechos diferenciales y urnas
Bildu ha conseguido para preocupación de todos situarse como referente político en País Vasco y Navarra
La pasada noche electoral del «28-M» –carente de toda digestión ante la nueva patada al tablero de Pedro Sánchez convocando comicios generales tan solo unas horas después– nos brindó elementos en parte esperados a propósito de un más que probable cambio de ciclo político, pero sobre todo otros que hicieron helar la sangre de más de un analista y tertuliano aquella noche, visto el inesperado efecto multiplicador de las expectativas de Bildu, superando en número de votos todas las previsiones. Una realidad que contrastaba con el mazazo a la campaña socialista, precisamente por sus pactos con los abertzales y a la que venía a unirse –en este caso sin grandes sorpresas pero constatando una tendencia– la de la comunidad catalana, donde al igual que en el País Vasco aunque por distintas razones, el rechazo de la generalidad de los ciudadanos del resto del Estado a las políticas del gobierno social comunista, lejos de recibir castigo alguno era en gran parte premiadas, constatando que el probable varapalo a la izquierda en unas elecciones territoriales motivado por el rechazo a la figura de Sánchez, en nada se corresponde con el sentimiento político de vascos y catalanes, sociológica y políticamente muy alejados del resto de votantes del país, para desgracia de una defensa de la unidad de la nación sostenida en la solidaridad interterritorial que ha ido carcomiéndose durante los últimos años en beneficio de quienes muy al contrario, no dudan en propagar su distanciamiento y hasta su beligerancia frente a esos valores constitucionales.
Es cierto que desde el fracaso del plan Ibarretxe en el caso vasco y del golpe separatista de 2017 en el caso catalán, los sondeos han mostrado un considerable descenso de simpatizantes hacia el ideal de la independencia, pero cierto es también que, con trabajos demoscópicos en mano, los jóvenes vascos entre 18 y 35 años contemplan a la opción de Bildu como democrática, insertada en los valores de una izquierda higiénica y absolutamente blanqueada frente a la complicidad con el terrorismo etarra, perdida en el túnel del tiempo por mucho que ETA dejara de matar hace tan solo doce años. Bildu ha conseguido para preocupación de todos situarse como referente político en País Vasco y Navarra, lo que sitúa a estos territorios, junto a Cataluña bajo un muy inquietante hecho diferencial. Va a costar y mucho deconstruir tan peligrosa bullabesa.
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