
Con su permiso
Hierba sobre el metal...
Ni Madrid ni Valencia se pueden permitir seguir descoordinados o en batalla. Queda mucho por hacer
Suenan las campanas en el aire de Paiporta un mes después del desastre que dejó aquello roto y deshecho con la espantosa contundencia de los naufragios. Las escucha Andrea en la radio, que vuelve a poner los micros allí a treinta días de aquel veintinueve en que todo se vino abajo: vidas, comercios, casas, sueños, amores, proyectos…Suenan las campanas como una forma esperanzada y primaria de recordarnos que aunque aquello empieza a andar y mucho se ha limpiado, queda aún mucho más por levantar. Sobre todo la confianza y el ánimo de cientos de miles de personas que claman por que no se les deje solos, porque no se les olvide, porque la marea imparable de noticias que circula por los medios no se vuelva a llevar su dolor. Y agradece Andrea que hoy se vuelva a hablar de Paiporta y Catarroja o Massanassa y también de Letur. Que no se queden solos. Hay una imagen terrible, metáfora del paso del tiempo sin que las cosas cambien: los brotes verdes que ya se aprecian sobre el barro seco que cubre los coches. Hierba sobre el metal. La naturaleza, cuya furia lo rompió todo en aquel martes, sigue su camino al margen de los hombres y ya muestra vida sobre la desolación y la muerte. Se recupera y renueva con más velocidad de lo que lo estamos haciendo nosotros, más segura y organizada. Más decidida. Parecería además que quiera recordarnos que el tiempo no acepta apelación posible, y que lo que no se haga hoy se acumulará como tarea para mañana. El gobierno promete y compromete ayudas, pero lo público no termina de llegar probablemente porque naufrague o se ahogue en la burocracia. Haría falta más decisión, voluntad y arrojo para engrasar las vías de lo oficial y despejarlas de la habitual exigencia de papeles y comprobantes y poder atender hoy a lo que se necesita allí y ahora. Sólo quienes siguen tendiendo puentes y limpiando casas y calles parecen de verdad comprometidos con la urgencia. Urgencia es la palabra. Memoria y urgencia no son allí y ahora meras abstracciones, sino necesidades vitales. Les pondrán a parir, como ya lo han hecho y lo harán siempre que ofrezcan su solidaridad, pero lo cierto es que son Los Roig o los Ortega, Mercadona o Zara, quienes con más celeridad están gestionando la necesidad. Como han hecho y siguen haciendo organizaciones como Cruz Roja o Cáritas. En sus manos y en las del ejército y los voluntarios está recayendo la reconstrucción. Nadie duda, tampoco Andrea, de la voluntad real de los dirigentes políticos de acabar con esa situación. Después de todo, también son humanos y seguro que sienten como ella esa corriente de afectada simpatía, de cercanía solidaria con quienes están sufriendo aún por lo sucedido aquel martes terrible. El problema es que siguen sin ofrecer la sensación de que saben lo que tienen entre manos, es decir, la gestión pública del apoyo presente y futuro a los cientos de miles de afectados. Mazón ha desaparecido, pero no porque se vaya del cargo, como es evidente que quieren incluso en su partido, sino porque da un paso atrás para dejar en manos militares la organización de lo que viene. Si fracaso en la reconstrucción, me voy. Ese fue su compromiso. En manos militares lo ha puesto, en una decisión política que de momento nadie cuestiona (los militares son los que mejor han actuado y más seguridad ofrecen en esta crisis) y que sin embargo a Andrea le parece más intención de mostrar voluntad que decisión ajustada y eficiente. Habrá que esperar. Ese tiempo que hace brotar la hierba sobre el metal será el que sentencie. El gobierno valenciano tiene mucho que hacer y más vale que lo haga bien por propio bien de los que siguen padeciendo los efectos de la Dana y hasta de la propia política, que ha perdido tanta confianza entre la gente como torpeza ha demostrado. El central también. Aunque su papel sea distinto. El ejemplo de Oscar Puente, que se puso a lo suyo y lo contaba para general conocimiento y tranquilidad, alimenta la esperanza. Pero las ayudas siguen sin llegar donde y cuando deben. Y seguro que hay mecanismos para que lo hagan con urgencia.
Urgencia y memoria. Las campanas que sonaron ayer en Paiporta para que recordemos que un mes después siguen sufriendo y se sienten más solos. El gobierno, afectado por la metástasis de una corrupción que roza lo más alto y pesa más que el lodo seco de Catarroja, tiene la obligación de seguir presente y no abandonar esa zona ni a nuestra gente. Por encima de cualquier interés partidario puntual, hasta por encima de su propia capacidad de supervivencia. No irse de Valencia es la primera y principal prioridad. O debe de serlo.
Ni Madrid ni Valencia se pueden permitir seguir descoordinados o en batalla. Queda mucho por hacer. Y la hierba sobre los coches nos está diciendo que la inacción de hoy es mas dolor para las víctimas que un mes después siguen en el infierno. Pero también que todo puede volver a crecer.
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