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El trípode

Una histórica visita a Ucrania

Congregó a millones de personas en las misas celebradas por el Papa, con rito latino en el occidente del país y con el rito bizantino en el resto

En estos días de Semana Santa y con la compleja situación que se vive en Ucrania, parece oportuno recordar el importante acontecimiento vivido allí en junio de 2001, con la visita apostólica efectuada por el papa san Juan Pablo II, considerada una de las más difíciles de su denso y largo pontificado. Difícil, dada la complejidad de la situación en Ucrania con los cristianos ortodoxos divididos entonces en tres iglesias: los ortodoxos unidos al Patriarcado de Moscú; los ortodoxos del patriarcado de Kiev y la autocéfala ucraniana, y con el patriarcado moscovita firmemente opuesto a la visita. Actualmente son dos las iglesias ortodoxas, al separarse la dependiente de Moscú e incorporarse a la autocéfala de Ucrania, tras el comienzo de la «operación militar limitada» (invasión) de febrero de 2014. Aquella visita congregó a millones de personas en las misas celebradas por el Papa, con rito latino en el occidente del país y con el rito bizantino en el resto. Es relevante recordar ahora algunas afirmaciones que dijo san Juan Pablo II el 27 de junio en su despedida tras aquellas cinco intensas jornadas: «Mi esperanza es que Ucrania pueda integrarse, a pleno título, en una Europa que abrace a todo el continente, desde el Atlántico hasta los Urales». Esa referencia de una Europa de esas características va en la misma línea preconizada por el gran presidente de Francia Charles de Gaulle, que fue un ardiente defensor de esa Europa que de hecho significaba incluir a toda la Rusia europea. En coherencia con esa posición, mantuvo una conflictiva relación con la OTAN, separándose en 1966 del comando militar de la Alianza, que consideraba dominada por EEUU y su estrecha relación con el Reino Unido. El Papa polaco Woytila, buen conocedor del país, quiso destacar que no pretendía hacer proselitismo, sino superar diferencias con los cristianos ortodoxos y «pedir perdón por errores del pasado, del lejano y del más reciente». Beatificó a numerosos mártires de la persecución bolchevique y abrió un nuevo tiempo en las relaciones entre la Santa Sede y Ucrania que agradeció vivamente el presidente ucranio Leonid Kuchma. Esa Europa sería un interlocutor de extraordinaria influencia en un orden geopolítico multipolar como el ahora discutido, y que la colocaría en pie de igualdad ante EEUU y China con voz propia, frente a la actual UE marginal políticamente, y que carece de identidad al estar sometida a un proceso de apostasía descristianizadora ajeno a sus raíces cristianas. Cualquier parecido con la actual situación es «mera» coincidencia, sin liderazgo alguno y cual «un personaje en busca de autor». De los «seis» de Pirandello.