Sin Perdón

La hora de Sánchez

«Es un error menospreciarlo, como ha demostrado con su trayectoria. Es una apisonadora que se lleva por delante todo aquello que le impida alcanzar sus objetivos»

Durante semanas hemos escuchado y leído las invectivas de la izquierda política y mediática por la osadía de Feijóo, que ganó las elecciones, por presentar su candidatura a la presidencia del Gobierno. Las críticas fueron grotescas y no se utilizaron cuando Sánchez decidió hacerlo sin contar con apoyos suficientes en el Congreso. Los argumentos de los juristas del sanchismo rozaban el delirio a la vez que consagraban su inconsistencia académica, porque les ciega su fidelidad partidista. Me recuerdan a los Cronistas que glosaban las enormes virtudes de los monarcas de la Antigüedad. No voy a negar el interés historiográfico y que su esfuerzo, sobre todo, resultaba entrañable. Ahora sucede lo mismo. Hay que destacar sus esfuerzos por defender lo indefendible y la constatación de que la enorme generosidad de La Moncloa, que pagamos entre todos, es un acicate para que alcancen esas cumbres del servilismo.

Un aspecto de la incoherencia que hemos vivido estos días reside en una de las enfermedades de nuestro sistema parlamentario que es la ciega obediencia de los diputados y senadores que convierte el precepto constitucional en vacío de contenido. Nuestros parlamentarios carecen de cualquier independencia, son meros robots que cumplen las instrucciones de su partido (salvo cuando se equivocan en la votación) y están sometidos a mandato imperativo. El presupuesto destinado a las Cortes es un desperdicio, porque bastaría con que eligiéramos un grupo menor de parlamentarios. Un portavoz por grupo, acompañado por algún ayudante por si se encuentra indispuesto, que representara el número de escaños obtenidos en las urnas. Este sistema oligárquico serviría para acabar con la ficción, ya que los hagiógrafos del sanchismo se han referido a «tránsfugas» si alguien votaba en conciencia o a investidura fallida porque el voto estaba decidido sin que fuera necesario hacer algún esfuerzo por ofrecer un programa alternativo. En este sentido, Sánchez decidió utilizar a Óscar Puente como feliz mamporrero porque era una osadía que Feijóo pretendiera examinar a Sánchez y lo interpelara sobre los pactos.

Por supuesto, la izquierda mediática solo quiere que el candidato socialista siga en la presidencia y por ello no le importa estigmatizar al líder del PP por pactar con Vox. En cambio, Sánchez puede hacerlo con los comunistas, los independentistas y los antiguos dirigentes del aparato político y militar de ETA dirigidos por Otegi, Txapote y Josu Ternera. Han llegado a afirmar que Europa respirará tranquila con un gobierno progresista apoyado por esos excelsos demócratas. Es curioso, la Europa de los padres fundadores era profundamente anticomunista, rechazaba los movimientos secesionistas y combatía a los grupos terroristas que estaban apoyados por la URSS. El sanchismo y sus apologetas (en algunos casos podríamos decir apolojetas) no solo desconocen el Derecho sino también la Historia.

Ahora es la hora de Sánchez. Es su oportunidad para demostrar que puede formar un gobierno sin vulnerar la Constitución y respetar la división de poderes. No me sirven esas excentricidades e inconsistencias que hemos oído. Las exigencias de Puigdemont y Junqueras son la amnistía, cuya constitucionalidad solo apoyan Pérez Royo, los leguleyos del uso alternativo del Derecho y los columnistas de argumentario, y el referéndum de la autodeterminación. En el primer asunto, me gustará leer la exposición de motivos y el texto articulado para ver cómo justifica el cambio de opinión. Luego se producirá la reacción del Supremo y el resto de los tribunales que tienen causas abiertas sobre la rebelión política de los independentistas. La Justicia no es una marioneta de Sánchez. En este sentido, no debería esperar que los fiscales sean sus lacayos. La amnistía es un peligroso precedente que se contempla en la UE con enorme inquietud. Finalmente, su comportamiento no le ayudará a ocupar un cargo internacional importante. Es poco fiable.

Este sábado tuve la oportunidad de ver el mitin de Sánchez en La Rinconada. El lenguaje era propio de un acto preelectoral. Me asalta la duda de si no estará preparando el clima para darle un portazo a Puigdemont y Junqueras. Es bueno tener presente que todo es instrumental. No hay principios o valores consistentes, sino oportunidades al servicio de su estrategia. Al PNV le iría bien una repetición electoral, porque se ha dado cuenta, le ha costado, que es el tonto útil del sanchismo. Las elecciones vascas están a la vuelta de la esquina y Bildu puede ganar. Ortuzar, Urkullu y Esteban son personajes muy sobrevalorados a los que Sánchez ha manejado con notable habilidad. Le votarán gratis total. La cuestión de fondo será el grado de teatro que hacen los independentistas. Es decir, si mantienen la autodeterminación hasta sus últimas consecuencias o si se conformaran con una reforma del Estatuto que consagre una España dividida entre comunidades privilegiadas y serviles. Las primeras serán Cataluña, el País Vasco y Navarra mientras que el resto estará a su servicio.

A diferencia de los sanchistas políticos y mediáticos, que eran sus más fervorosos enemigos, ya que apoyaron a Susana Díaz y lo menospreciaron hasta que triunfó la moción de censura, siempre le he considerado un político inteligente. Es un error menospreciarlo, como ha demostrado con su trayectoria. Es una apisonadora que se lleva por delante todo aquello que le impida alcanzar sus objetivos. Por eso, se mostró ayer tan chulo y seguro de sí mismo. Hace años, un amigo suyo me decía que es madrileño hasta las cachas y el prototipo, en el fondo y en la forma, de un chulapo. Es algo que no han entendido ni sus rivales ni sus enemigos, tanto en el PSOE como en el resto de los partidos. No hay más que ver dónde están Iglesias, Rivera o Casado.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)