El trípode

La Iglesia es de Jesucristo

Desde Yolanda Díaz a Bolaños pasando por todos y cada uno de los sanchistas parecen competir entre sí en expresar los mayores elogios a Francisco, que en estos momentos seguro que agradecería otras expresiones de adhesión a su persona y su obra

A la vista de tantas reacciones a favor de la «apertura de la Iglesia al mundo», aplaudiendo las «reformas de Francisco» que habría iniciado un camino para la Iglesia -que consideran debe continuar su sucesor- se abren profundos interrogantes al respecto. ¿De qué Iglesia hablan? ¿Qué concepto tienen de la Iglesia fundada por Jesucristo? Tan encomiásticos juicios hacia Francisco parecen más propios de ser dirigidos a un dirigente político que a un Papa, al que se le reconocen unas virtudes que sin duda él tenía, pero que también poseían sus antecesores y que, a juzgar por expresiones de algunos de sus admiradores, parecería que habrían carecido de ellas. Así, por ejemplo, destacar su misericordia está muy bien, pero debería remitirles a san Juan Pablo II, auténtico apóstol de la Divina Misericordia, que levantó la prohibición que pesaba en la Santa Sede sobre su compatriota Faustina Kowalska y abrió su proceso de beatificación primero, para canonizarla a continuación. Y además establecer en el calendario litúrgico el segundo Domingo de Pascua (el próximo) como el de la Divina Misericordia. Lo hizo el papa Wojtyła cumpliendo con las revelaciones recibidas por Santa Faustina, providencial instrumento elegido por el Señor para darlo a conocer. Esos entusiastas apologistas del pontificado de Francisco aplauden lo que ellos consideran «apertura de la Iglesia al mundo» siendo así que Jesucristo fundó su Iglesia no para agradar al mundo sino para salvarlo, cumpliendo con la voluntad de Dios, expresada en la Ley de Dios que no es la ley que aprueban los parlamentos del mundo, sino la recogida en la Sagrada Escritura y transmitida por la tradición ininterrumpida y el magisterio oficial de la Iglesia. Oír a tantos dirigentes mundiales proclamar su admiración y reconocimiento a la labor de Francisco, cuando proclaman con sus palabras o sus obras una absoluta oposición a la doctrina de la fe católica, acredita su radical ignorancia respecto a la Iglesia. En el caso de España, resulta llamativo que sean destacados sanchistas -comenzando por Sánchez- los que destacan en esta dirección. Si fuera un signo de su conversión o respeto a la Iglesia, sería un motivo de gran alegría, pero por desgracia no es en absoluto así. Desde Yolanda Díaz a Bolaños pasando por todos y cada uno de los sanchistas parecen competir entre sí en expresar los mayores elogios a Francisco, que en estos momentos seguro que agradecería otras expresiones de adhesión a su persona y su obra. Los católicos en estos momentos rezan por el alma de Francisco, confiando en que Jesucristo, justo, misericordioso y único juez, le haya considerado digno de compartir la vida eterna junto a Dios.