Sin Perdón

Los símbolos del sanchismo: Pumpido, Ábalos, Cerdán y Koldo

«Hay que fortalecer nuestra democracia e impedir que surjan personajes como Sánchez y su escudero Conde-Pumpido que la puedan poner en peligro»

Dentro de unos años, la imagen del sanchismo serán las fotos de los protagonistas de la corrupción política y económica. Las veremos en los libros de historia que reflejarán lo peor de ese periodo aciago y serán las de Conde-Pumpido, Ábalos, Cerdán y Koldo, así como del propio Sánchez. La legislatura está acabada, aunque las elecciones sean en 2027. Los escribidores monclovitas, los mercenarios encabezados por Óscar López y el multimillonario José Miguel Contreras y los lobbistas dedicados a los pepiñazos no quieren ni unas elecciones ni la renuncia de Sánchez. Es una vaca a la que tienen que seguir ordeñando. Hay muchos negocios que cerrar y asesorías que realizar. Por otra parte, están personajes como Óscar López que no tiene otro horizonte que seguir siendo ministro en esta etapa de hundimiento, para luego llamar a la puerta de Pepe Blanco y Javier Curtichs. Por supuesto, cuando caiga Sánchez no creo que esta tropa consiga sobrevivir ni en la organización nacional ni en las territoriales del partido, aunque son capaces de decir que eran antisanchistas camuflados. La tercera columna que perseguía recuperar el auténtico socialismo.

Otra imagen de estos años será la entrada de la Guardia Civil en la sede del PSOE. Óscar Puente intentó restarle importancia a lo sucedido aduciendo que no fue un registro. Me imagino que estaba viendo alguna película o serie estadounidense y esperaba un asalto de la UCO con mazas, ametralladoras, helicópteros y las calles cortadas. No entiendo que lo intenten minimizar e insistan en que colaboran con la Justicia. Es lo que se supone que tiene que hacer un partido, aunque con los hampones que había en la sede cabe esperar cualquier cosa como la desaparición de pruebas o que hayan dejado aquellas que les convenga en su estrategia de defensa. A los sanchistas, tanto políticos como mediáticos, les gusta remontarse al PP, aunque no tanto a lo sucedido en el PSOE desde la Transición hasta la actualidad. Es una estrategia bastante patética, pero no les voy a desincentivar y, además, no hay cabezas pensantes en ese mundo. No son más que terminales de los escribidores de La Moncloa que les remiten los argumentarios que siguen con absoluta fidelidad.

La farsa de Sánchez ha llegado a su fin. Lo hace de una forma abrupta y se llevará por delante a personajes ambiciosos y sin escrúpulos como Cándido Conde-Pumpido que, cegado por su soberbia, ha destruido su imagen y prestigio. No es un servidor público, sino del sanchismo. Su sentencia de la amnistía, cualquier jurista sabe que Montalbán es incapaz de elaborar esa ponencia y es una marioneta del presidente del Tribunal Constitucional, es una inmensa felonía. Mientras se suceden los escándalos de corrupción y conocemos la afición de algunos de sus protagonistas por las prostitutas con cargo al dinero público, Conde-Pumpido unirá su suerte a la desaparición del sanchismo. Ahora sabemos que lo habíamos sobrevalorado y mucho. Sus magistradas y magistrados mariachis son irrelevantes, aunque sean cómplices necesarios en la felonía. En cambio, le corresponderá todo el protagonismo y el desprecio del mundo jurídico, así como de una gran parte de la sociedad española. Hay momentos en los que me da pena, pero luego recuerdo que nadie le ha obligado a tener ese comportamiento tan poco ejemplar que le ha llevado a traicionar la Constitución que prometió.

Hay que preguntarse por qué Sánchez se rodeó de esa colección de golfos en el PSOE que, además, encontraron una entusiasta colaboración en altos cargos del gobierno y el partido. No voy a negar que me ha sorprendido que el líder de la trama sea Santos Cerdán, aunque dudo que no haya más gente implicada en este conjunto de prácticas mafiosas. Lo que sabemos seguro es que Ábalos lo ha reconocido y se presenta como una víctima de Cerdán y Koldo. La verdad es que parece una broma de mal gusto. No sé qué hará Sánchez y no creo que lo sepa nadie. Ni siquiera él. A estas alturas resulta muy duro irse, porque es la constatación del estrepitoso fracaso de su proyecto. Nadie recordará su acción de Gobierno, ya que quedará empequeñecida por los escándalos. Y, además, no sabemos que otras informaciones pueden aparecer. El PP no tiene más que hacer carteles con las caras de Conde-Pumpido, Koldo, Ábalos y Cerdán. Hay que criticar duramente la corrupción económica, pero no tenemos que olvidar la política y sus brutales ataques al Estado de Derecho y la separación de poderes. Ese conjunto es lo que define al sanchismo.

Feijóo no tiene que bajar la guardia y ha de mantener la presión hasta el último día de la legislatura. No solo eso, sino que tiene que hacer una campaña electoral inmisericorde. Es lo que hace siempre el PSOE. La lista de tropelías del sanchismo es tan enorme que resulta abrumadora. Por supuesto, no tiene que caer en el error de hacer caso a los medios de comunicación sanchistas que le pedirán moderación. No tiene que sentirse tentado por el arriolismo o el sorayismo. A Borja Semper hay que animarle a que haga méritos para ser ministro siendo implacable. Se trata de impedir que se despiste o disperse cuando le digan que no parece del PP. Feijóo conseguirá una mayoría amplia que le permita gobernar en solitario si hace justo lo contrario de lo que le aconsejen los periodistas y los medios que han estado apoyando al sanchismo. Y, sobre todo, tiene que seguir insistiendo en su compromiso de derogar las leyes, los decretos y otras normas que configuran la arquitectura del asalto sanchista al Estado de Derecho, la separación de poderes, la administración pública y los órganos constitucionales. Hay que fortalecer nuestra democracia e impedir que surjan personajes como Sánchez y su escudero Conde-Pumpido que la puedan poner en peligro.

Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)