
El trípode
Illa recibido en el Palau de la Música
La práctica totalidad del Palau le recibió en pie, coreando con la boca y acompañado con las palmas de las manos al conocido grito de «¡In- de- indepen- den-cía!»
Nos encontramos sumidos en el bochorno de la reciente entrega de un capítulo más de la continua serie de casos políticos y judiciales de presunta corrupción que el sanchismo está protagonizando. Sabido es que se trata de uno de la conocida como «fontanera de Ferraz, Leire Díez», a la orden de quienes llegaron al gobierno para salvar «la calidad de nuestra democracia que la corrupción del Pp ponía en peligro». Por ese motivo, quizás no se le ha prestado la atención que merece al regalo que Conde Pumpido ha tenido a bien concederle al sanchismo por su 7º cumpleaños: el avance de la segura constitucionalidad de su amnistía. Ha sido por medio de la ponencia sobre la ley elaborado por su progresista vicepresidenta del TC, Inmaculada Montaban, quien en ella afirma una cosa y la contraria según la conveniencia del fin preestablecido «al gusto del consumidor». Así, recoge que no corresponde al Tribunal enjuiciar la motivación del Gobierno para aprobarla -refiriéndose a la exigencia de Puigdemont para llevarle y mantenerle a la Moncloa- para a continuación defender la amnistía por «convivencia, generosidad y sensibilidad» asumiendo literalmente el relato sanchista. De ese triple argumento que asume la progresista ponente se ha tardado poco en tener la respuesta de los beneficiados por la amnistía y que no destaca precisamente por su defensa de la convivencia, del reconocimiento a su generosidad ni de su sensibilidad. Una vino de Jordi Turull, el número 2 de Puigdemont, calificando de «golpistas» a los jueces del Tribunal Supremo Pablo Llarena y Manuel Marchena por su actitud ante la ley de amnistía que considera «no es propia de jueces sino de justicieros contra el independentismo». Y redondeando su intervención afirmando que ganarán en Europa desenmascarando a la «toga nostra» judicial. Es decir, calificando literalmente de mafiosos y golpistas a los jueces que se oponen a la ley. Otra respuesta asimismo claramente «convivencial, generosa y sensible» la tuvo el mismo presidente de la Generalitat de Cataluña, el socialista Salvador Illa, en el Palau de la Música de Barcelona. Fue en el acto de entrega del «Premio de Honor a las Letras catalanas» que organiza el Ómnium Cultural, entidad caracterizada por su secesionismo. La práctica totalidad del Palau le recibió en pie, coreando con la boca y acompañado con las palmas de las manos al conocido grito de «¡In- de- indepen- den-cía!», lo que el presidente del Parlament y destacado dirigente de Junts Josep Rull, acompañaba rítmica y visiblemente contento. Una vez sea oficial el fallo del TC, sería oportuno que Sánchez y Conde Pumpido con sus togas al viento se paseen junto a Illa por Cataluña.
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