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Ilusión, realidad y melancolía del candidato Feijóo

Los actos de afirmación alimentan las ilusiones y mantienen la moral de los más convencidos, pero lo que cuentan son los votos y, sobre todo, los escaños, y al PP y a Feijóo le faltan cuatro, que parecen cuatrocientos por lo hercúleo del empeño en conseguirlos

Jacques Audiberti (1899-1956), poeta y dramaturgo francés, nació en Antibes (Antillas) y llegó a París en 1924, en pleno auge del surrealismo, movimiento que le interesó, pero hasta cierto punto, aunque toda su obra está impregnada de detalles surrealistas, lo que no le impidió escribir que «la vida está hecha de ilusiones. Entre estas ilusiones, algunas triunfan; son las que constituyen la realidad». El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, que hoy se estrena en el Congreso de los diputados como candidato –sin opciones– a la investidura a la presidencia del Gobierno ha recorrido, en apenas un par de meses, el camino que lleva de la ilusión a la realidad. Todavía más, afronta el riesgo de que «el esfuerzo inútil –intento de investidura– le conduzca a la melancolía», como explicaba José Ortega y Gasset (1883-1953, el autor de «Delenda est monarchia» –«la monarquía debe ser destruida»–, aquel artículo publicado en el 15 de noviembre de 1930 en el diario «El Sol», que fue el certificado de defunción por anticipado del reinado de Alfonso XIII (1886-1931) y el anuncio de una República que después sumiría en una melancolía profunda al filósofo.

Feijóo, el domingo pasado, estuvo arropado en las calles del centro del Madrid por más de medio centenar de miles de fieles, y también de contrarios a la amnistía de Puigdemont y compañía. Hubo mucha gente y muchas banderas de España, pero los batallones mediáticos «indepes» y los columnistas catalano-medioantiespañoles, que abundan y predican sin parar desde una obsesión también antimadrileña, enseguida han hecho cuentas y han sentenciado que una Diada con esa participación hubiera sido considerada un pinchazo, un fracaso. El PP de Feijóo, respaldado por Aznar y Rajoy y por todos los presidentes autonómicos con Isabel Díaz Ayuso a la cabeza, tuvo a la calle de su parte y puede volver a tenerla en otras ocasiones, si no abusa de la fórmula. Los actos de afirmación alimentan las ilusiones y mantienen la moral de los más convencidos, pero lo que cuentan son los votos y, sobre todo, los escaños, y al PP y a Feijóo le faltan cuatro, que parecen cuatrocientos por lo hercúleo del empeño en conseguirlos. Sin ellos, no hay más opción que una larga y extenuante oposición. Lenin, que tanto ha inspirado a Pablo Iglesias y que no consta que Yolanda Díaz haya leído, decía que «salvo el poder, todo es ilusión», una idea que Pedro Sánchez abraza. Feijóo tuvo el domingo la ilusión de la calle y hoy el de la investidura, pero le falta el triunfo para que sean una realidad, como apuntaba el poeta, a veces surrealista, Audiberti.