El buen salvaje

Ione Belarra en el planeta de los simios

Ahora que los animales están más protegidos que un niño, llega la hora de volver a las cuevas y protegerlas con grandes antorchas hasta la llegada del monolito

Es una animalada, en cuanto nos hace ser menos humanos y por eso menos libres, que la neoizquierda urbanita que un día quiso escaparse al campo, desee crear un mundo en el que todo sean penas y multas. En ese sentido, poca diferencia hay con un régimen autoritario que todo lo regla para alimentar, siquiera veganamente, su propio ego. Creo que no erraría si afirmo que en el caso de que hubiese un movimiento caníbal, esa neoizquierda lo apoyaría, pues en su moral rara cuesta menos comerse a otro humano que paladear un solomillo ternero, de la misma manera que se estará más alerta en caso de eutanasia animal que en la humana, pues se supone malvado al que quiere acabar con la insufrible vida de su mascota, perdón, animal de compañía, y, sin embargo, bienintencionado al que lleva a su padre a que le pongan la inyección final. El muerto al hoyo. Mejor no mencionar a los no nacidos porque se nos enturbia el catalejo y hoy no he engrasado bien la pata de palo y tal vez me he pasado de ron. He de confesar, asimismo, que a veces he tenido ganas de fagocitar a alguien y si no lo hice fue por cobardía, supongo, como tantas otras cosas, pero jamás imaginé que sería peor y sería más castigado preparar un pollo a la pepitoria si el ave ha convivido en casa en el tiempo del engorde. ¿Ya no venderán más pollitos teñidos de colores? Y qué decir de los ratones, las ratas, las lagartijas, en tiempos animales de estigma por el heteropatriarcado, que hizo mofa de las mujeres que se subían a las mesas en cuanto veían un ejemplar, cuando todo el mundo sabe que una rata ve a una mujer y huye despavorida como alma que lleva el diablo (poético lugar común).

Amigos todos, si los animales han ganado la partida a los humanos, perdamos toda esperanza de que Ione Belarra sea la doctora Zira, la mona que se enamora de Charlston Heston, porque descubre, al fin, que las personas humanas poseemos inteligencia. No, Ione sería una simia extrema que ansía nuestra aniquilación, de ahí el episodio de los pezones, que es muy animal print. Ahora que los animales están más protegidos que un niño, llega la hora de volver a las cuevas y protegerlas con grandes antorchas hasta la llegada del monolito. Bienestar animal, que muy bien, oiga, y malestar personal, diazepán, lorazepán; en fin, esas golosinas, para poder soportar el dolor de abrir los ojos y encontrar un mundo con animalistas dentro, capaces de perdonar los pedos de las vacas pero no los vientos de Vargas Llosa, ese maldito liberal.