Y volvieron cantando

Legislatura del «sin vivir»

No nos merecemos esta legislatura sencillamente porque una nación centenaria, difícilmente puede soportar periodos de sesiones en los que el separatismo esté instalado en el permanente juego del chantaje a Sánchez y su «Moncloa a toda costa» por ende extendido a todos los españoles

Puigdemont, Aragonés y sus «mariachis» no desaprovechan ni las fechas navideñas para enseñar la «patita» a todo aquel que quiera ver y además amenazando con mostrar, llegado el caso, el cuerpo entero. Cualquier excusa y ocasión será idónea en su competición por la diadema de «prima donna» de la legislatura. Enfilamos el nuevo año con los primeros gateos de una etapa parlamentaria a la que viéndole las primeras maneras cabe preguntarse si nos la merecemos la generalidad de los españoles, los que votaron contra una reedición del «Frankenstein» y los que lo hicieron en favor de la misma pero sin sospechar que Puigdemont sería quien agarrase el palito de la piruleta, que diría Mafalda, forzando una amnistía indigna y otras humillaciones al Estado aún por llegar. La legislatura que arranca enfilando el nuevo año se ofrece como la del permanente «sin vivir» para la ciudadanía, destinataria final de los dislates ocasionados por la táctica y la estrategia de un juego político que acaba evaporándose en el toreo de salón que suponen las falsas promesas, las verdades a medias y la creciente aluminosis que el separatismo instala en los cimientos del estado de derecho ante la mirada estrábica y la mudez de un partido socialista rehén de su fin único del poder a toda costa.

No nos merecemos esta legislatura sencillamente porque una nación centenaria, cuarta economía de Europa y todavía puente histórico y cultural con Latinoamérica difícilmente puede soportar periodos de sesiones en los que el separatismo esté instalado en el permanente juego del chantaje a Sánchez y su «Moncloa a toda costa» por ende extendido a todos los españoles. Las elecciones gallegas con el nacionalismo y la extrema izquierda golpeando el tablero, la repercusión real en nuestros bolsillos de la situación económica y, sobre todo, la perspectiva de los comicios autonómicos en Cataluña –otra vez determinantes para el devenir del patio político nacional– se suman a la amenaza de Puigdemont con tumbar al gobierno que sostiene por la solapa si la amnistía no se concreta a su medida mal que le pese a Europa, o la huida hacia adelante en clave preelectoral de Pere Aragonès vaticinándonos la conquista de impensables cotas soberanistas en 2024. Son solo el aviso de una legislatura provechosa para unos pocos y estéril, a la par que desquiciante, para muchos. No nos la merecemos.