
Opinión
Linkedin sangriento
Mentir en el currículum no es delito: es función fisiológica.
De la oración al pecado, de la virtud hasta el crimen, pegar a un padre...todo, hay que hacerlo con clase...una sonrisa sexy . Además, España es indulgente e inmoral, aquí lo que indigna no es el engaño, sino que te pillen. El escándalo no estalla cuando alguien miente, sino cuando le falta “rollo”. Aquí la trampa no se esconde: se baila. Es folclore nacional. Desde el Lazarillo a la página de LinkedIn. Mentir en el currículum no es delito: es función fisiológica. Por eso Paquirrín puede pinchar en Ibiza sin saber distinguir un vinilo de una vinagreta.
Todos tenemos dos historias, la real y historia épica. La primera son los hechos desnudos, sin aditivos, la objetividad (que no existe). La segunda es la versión de la historia que merecería la pena protagonizar, aquella de la que nos acordamos o más bien de la que nos queremos acordar, la que transmitiríamos en forma de anécdotas a nuestros nietos frente a una chimenea en Navidad o a nuestros compañeros de celda en una cárcel si nos encerraran.
Como Roldán. Dulce madre hemeroteca. Repasemos, que la cosa está reñida en el panorama político, con nuevos casos cada día de falsificaciones curriculares, que los rivales se arrojan unos, brazo estirado, otros, escorzo doloroso.
El caso político más flagrante de falsificación de un expediente laboral y académico fue el del socialista Luis Roldán, que no terminó ni el Bachillerato, pero llegó a director general de la Guardia Civil. Una hazaña tan absurda como admirable. Un visionario de la jeta inmensa. Mentía como respiraba, con temple, con swing. Fue pionero. Salvaje. Antinormativo. Este señor cruzó todas las puertas del cielo y del infierno y se sentó, feliz, a merendar en la otra orilla.
La democratización del embuste. Carmen Montón, Cristina Cifuentes, José María Ángel Batalla, Noelia Núñez, Pilar Bernabé, Patxi López, Pedro Sánchez, José Manuel Franco… Todos expertos en algo: masters evaporados, carreras que nunca existieron, licenciaturas con un añito cursado…. La actualidad española con más titulados ficticios que Hogwarts, ha convertido el CV hinchado en QR de acceso a la discoteca del poder. Mentir no como desliz, sino como ideología.
Dimisiones. Algunas, como Cifuentes, Montón o Noelia Núñez, empujadas por la presión mediática. Patxi López pasea su falso título de ingeniero como quien lleva un chihuahua de pelo largo con un collar de cuero rosa con cristales de Swarovski. Todos lo sabemos, pero Lopez con un descaro sin igual o un déficit cognitivo continua su camino abrazado a la superioridad moral. Pedro Sánchez ni se despeinó cuando le sacaron los plagios de la tesis…
La clave es el desparpajo. Porque este país no exige honestidad, sino astucia. Si vas a pasar la línea, hazlo con gracia. Todos hemos mentido alguna vez. Un CV no es un documento: es una aspiración estética. Como las fotos con filtro. Como los perfiles de Tinder. Como casi todo lo que somos. La diferencia entre un delincuente y un español medio solo es el desenlace.
Para mí el caso más glorioso (burla, comedia, bufonada) —el Picasso de la picaresca nacional—esta vez fuera del Congreso, fue el del equipo español de baloncesto para discapacitados intelectuales en las Paralimpiadas de Sídney 2000. Ganaron el oro con once jugadores perfectamente capacitados y una excepción legítima que aún se rasca la coronilla. Por supuesto, el timo fue descubierto y la medalla la tuvimos que devolver como Jaimito entregando a su madre las piruletas porque un periodista, que además participó en el chanchullo, se chivó. Fue tan burdo que resulta sublime: ni test cognitivo, ni prueba médica, ni vergüenza. Solo la bandera española y mucho Arte. Más medallas les hubiera dado yo. ¡Una película.! Y sinceramente, creo que deberían reponernos ese oro por nuestra minusvalía moral.
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