
El ambigú
Manipulación y evolución del pensamiento
Existe el peligro de los sistemas que sacrifican al individuo en favor de utopías colectivistas
Cualquier buscador en internet define la Ventana de Overton como un concepto de la teoría política y la sociología que describe el rango de ideas y políticas consideradas aceptables o viables en un momento dado dentro de una sociedad; este marco establece que no todas las propuestas políticas son igualmente aceptables para el público de forma permanente, y que las ideas pueden moverse dentro de esta «ventana» a través del tiempo. El término ideado por Joseph P. Overton, un analista político estadounidense, es una excelente herramienta para entender cómo las ideas y políticas pueden cambiar su percepción pública con el tiempo. Este concepto sugiere que las ideas pueden moverse dentro de esta ventana a través de estrategias como la normalización, la radicalización o la desensibilización. Es un recordatorio de cómo la opinión pública no es estática, sino que puede ser influenciada y moldeada por diversos factores. Este proceso puede ser deliberado (manipulado por actores políticos, culturales o económicos y medios de comunicación) o surgir de manera espontánea. Pero el concepto no constituye método alguno de análisis sino una mera descripción de lo que es la evolución del pensamiento colectivo; Overton determinó su ventana entre dos polos opuestos que discurren de menor libertad a mayor libertad. Si analizamos de una forma genérica la evolución histórica del pensamiento podemos llegar a la conclusión de que en la configuración de la ventana de ideas aceptables uno de los factores que más influye en su contenido es la manipulación, de la que el Marxismo fue el máximo exponente. Los lideres de opinión encuentran su natural ubicación dentro de los actores políticos, los medios de comunicación, movimientos y redes sociales, los cuales, de forma más o menos consciente se esfuerzan en expandir o desplazar la ventana con estrategias de las que en España hemos presenciado ejemplos muy claros y muy cuestionables; por ejemplo, la introducción de ideas extremas y propuestas radicales, convirtiéndose en instrumentos de contraste que hace que las ideas menos extremas parezcan más razonables y aceptables, la normalización gradual, repitiendo una idea inicialmente radical de forma sistemática y en distintos contextos para que se vuelva familiar y más admisible, y por último el uso de las crisis económicas, sociales o de seguridad, durante las cuales, ideas que antes eran impensables pueden ganar aceptación como soluciones urgentes: en guerras o pandemias, medidas extraordinarias como las restricciones de libertades individuales pueden moverse rápidamente hacia el centro de la ventana y ser aceptadas temporalmente. La ventana de Overton también ayuda a entender cómo los discursos populistas y los movimientos sociales influyen en la percepción pública de las ideas, en definitiva, demuestra que la política no solo depende de lo que es posible, sino también de lo que es aceptable y manipulable social y culturalmente. El problema radica en cómo y hacia dónde se mueve la ventana y quien la mueve, y el debate siempre termina en el origen de todo: la libertad y la dignidad del ser humano. Como decía Friedrich Hayek «la gran lección de la historia es que las sociedades que sacrifican la libertad en nombre de la igualdad terminan perdiendo ambas» advirtiendo sobre el peligro de los sistemas que sacrifican al individuo en favor de utopías colectivistas. La libertad, la autonomía y la dignidad humana son valores innegociables para construir una sociedad justa, próspera y verdaderamente humana. La política debe servir al individuo, no esclavizarlo. En este contexto, el liberalismo sigue siendo una guía esencial para garantizar que la Ventana de Overton se mueva en una dirección que respete y promueva la centralidad del ser humano como fin último de toda acción política. Ojalá todos los políticos tuvieran este objetivo como fin.
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