Y volvieron cantando

Marca España

Somos un país que vende la imagen de un gobierno desacreditado ante la Europa que preside por turno

Hubo un tiempo en el que nuestras administraciones, el mundo de la empresa y la diplomacia se conjuraron para vender de puertas para afuera la imagen de un país ausente de conflictos, con unas señas de identidad y unas marcas que invitaban a visitarnos, a invertir dentro de nuestras fronteras y a señalarnos como referentes de garantía frente a cualquier prueba del algodón. De todo aquello hoy queda la abnegación de una iniciativa privada que lucha por mantener la fiabilidad de nombres y siglas con intocable prestigio internacional, frente a poco más teniendo en cuenta la lamentable marca de país que estamos proyectando desde el ámbito político. Prestigio ganado durante años que puede acabar dilapidado en meses, cuando no semanas.

España es hoy el país en el que, para justificar un acuerdo de legislatura se crea un supuesto conflicto territorial introduciendo elementos de sonrojo como una amnistía que enmienda a todo el estado de derecho y unos encuentros negociadores clandestinos en Suiza entre dos partidos, con mediadores que desconocen la realidad de nuestro país, cobran de nuestros bolsillos y cuya experiencia se ciñe a conflictos armados en el tercer mundo. Nueva marca España. Somos también un país que vende la imagen de un gobierno desacreditado ante la Europa que preside por turno, no solo por lo ópera bufa de Suiza, sino por la connivencia con quienes abrieron las puertas delanteras y traseras a la Rusia de Putin, por no hablar del desmarque de la línea común en la Unión encarándose con el estado de Israel tras tomar partido en un conflicto frente al que todavía se espera la condena al terrorismo de Hamas desde flamantes nombres del nuevo gobierno. Somos un país en el que cada vez hay más empresas que no ocultan su inquietud ante unos síntomas de inseguridad jurídica inexistentes en nuestros vecinos hoy bastante más fiables a la hora de recibir inversiones. Perdemos peso en el ranking de calidad democrática internacional según prestigiosos estándares, acudimos al parlamento europeo para confundir un balance de presidencia con la trifulca arrabalera de la política doméstica, cambiamos la posición histórica y consensuada respecto al conflicto del Sahara y, por si faltaba algo en nuestro deporte rey, vimos como el escándalo del «besucón» Rubiales daba la vuelta al mundo, aunque, eso sí, nos conceden un mundial troceado. Mucho habrá que remar para recuperar esa flamante marca España.