Parresía
Marisquería como concepto
No me creo que un político con tanta calle como José Luis Ábalos vaya ahora de víctima, de plató en plató, asegurando que él no es intermediario de nada
No quiero ni imaginarme cómo habrá pasado el presidente del Gobierno su día de cumpleaños. Que a nadie de su equipo se le ocurra hacer balance de los cien primeros días de legislatura, porque es para huir sin mirar atrás: la ley de amnistía continúa en el limbo, el PSOE ha sufrido un batacazo histórico en Galicia, hay problemas con el campo, con la inmigración, con la gestión del tres veces reprobado ministro en el Estrecho y, atención, se expande sin freno la trama corrupta de las mascarillas –caso Koldo, Ábalos o Sánchez, depende de quién lo nombre– ante la perplejidad de toda España. Cada semana aparece basura desconocida e impactante por algún rincón.
¿Por dónde empezar, con tanta plancha? Que el Tribunal Supremo, por unanimidad, decida investigar a Carles Puigdemont por terrorismo, por liderar las acciones de Tsunami, es un espaldarazo al trabajo del juez García Castellón y un bofetón a la número dos del Fiscal General del Estado –¿de quién depende la Fiscalía?– que no vio faltas en la conducta del fugado. Mientras Junts y ERC se rasgan las vestiduras y acusan a los jueces de lawfare, el hecho es que la ley que le permite a Pedro Sánchez seguir en La Moncloa sigue sin ver la luz.
Y luego están las andanzas de la banda de comisionistas corruptos, algunos de ellos estrechamente ligados al exministro Ábalos. Unos individuos que se enriquecieron a lo grande, con dinero público, en lo peor de la pandemia.
El cerebro de la trama, Juan Carlos Cueto, tiene pendiente otra causa en la Audiencia Nacional, unos negocios en Angola por los que se juega 50 años de cárcel. Su aliado Aldama, el presidente del Zamora club de fútbol, era quien conectaba con el ya famoso Koldo García. Y desde luego, el pelotazo del exasesor de Ábalos es de traca, maquinando desde el mismo despacho del Ministerio de Transportes y cerrando acuerdos con otros altos cargos, comprándose propiedades, dándose homenajes en una marisquería, pagando langostinos con billetes de quinientos euros.
No me creo que un político con tanta calle como José Luis Ábalos vaya ahora de víctima, de plató en plató, asegurando que él no es intermediario de nada, que jamás sospechó de su hombre de confianza, que se quedó estupefacto al saber que le habían detenido. Es cierto que Ábalos no se ha enriquecido pero, de entrada, un juez se ha encargado de señalarle. No está investigado aún, porque ha decidido aferrarse a su escaño. Y desde luego, no le ha ayudado su última entrevista en Cuatro: lágrimas de cocodrilo, respuestas vagas sobre sus últimos mensajes con Koldo y una explicación surrealista sobre la foto casual con su asesor en la famosa marisquería. Da todo mucho repelús. Dan ganas de visitar la marisquería.
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