Los puntos sobre las íes
El martes sé coherente, Emiliano
Ordena a los 8 embajadores socialistas castellanomanchegos en el Congreso que voten «no» a la amnistía
Emiliano García-Page es seguramente el último mohicano de ese felipismo que concitó las mayores unanimidades de nuestra historia reciente. Cosa bien distinta es que González haya sido el mejor presidente de la democracia, honor que corresponde a Aznar ex aequo con el hombre que nos condujo de la dictadura a la democracia yendo de la ley a la ley a través de la ley: el honrado e irrepetible Adolfo Suárez. Subjetivismos ideológicos aparte, hay que reconocer que el presidente de los 202 diputados modernizó España echando mano de fórmulas socialdemócratas puras y sin provocar el enfrentamiento nacional que los cenizos de turno vaticinaban. La irrefutable prueba es que gobernó 13 años y medio, más que ningún otro de sus iguales; Aznar, el segundo del ranking, permaneció ocho en Moncloa. Page se ha quedado solo en la PSOE en defensa del transversal felipismo, esencialmente porque el otro antisanchista declarado, Javier Lambán, está de salida de la cosa pública. Este Partido Socialista 3.0 es antitético al de los González, Guerra, Solana, Serra, Solchaga y cía y no digamos al liberalísimo sector de ese gran tipo que fue Miguel Boyer. Las huestes de Ferraz guardan desde tiempos de Zapatero más concomitancias con Podemos, con la extrema izquierda mundial del Grupo de Puebla, que con el socialismo democrático europeo que encarnan Scholz, Costa y el laborista británico Starmer o con el Partido Demócrata estadounidense. Por eso los que creemos en la alternancia socialdemocracia-liberalismo siempre hemos contemplado con buenos ojos a un presidente castellanomanchego que, más que bemoles, que seguramente también –el PSOE contemporáneo es una secta–, le ha echado decencia constitucional a cada salvajada sanchista. Salió al quite en tiempo y forma tras la derogación de la sedición, la cuasilegalización de la malversación, la ley liberavioladores de Montero, los indultazos y ahora con la amnistía y esas comisiones parlamentarias de lawfare que rearbitrarán modelo VAR las decisiones judiciales como si esto fuera Rusia o Venezuela. Esta semana quería levantar la voz y la levantó. Se plantó en Fitur, se confabuló con cuatro barones peperos para hacerse una foto y vaya si se la hizo. La instantánea no resultó, obviamente, una casualidad porque ya se había encargado él de llamar a los medios. Y, entre medias, acusó a la cúpula del sanchista Partido Socialista de haberse ubicado «en el extrarradio de la Constitución» con una Ley de Amnistía que el propio Franquito Sánchez tildó de «ilegal» 72 horas antes del 23-J. El cristo que se ha montado es morrocotudo. Al siempre hiperventilado Óscar Puente le faltó tiempo para volver a hacer la pelota al caudillo y le sobró para identificar a su compañero con el PP y asegurar que el que está en el extrarradio, «pero del partido y desde hace tiempo», es un toledano que no se cortó un pelo en la réplica. «El que gana a la derecha soy yo», recordó el aludido, «me gustaría que los demás hicieran lo mismo, ganar al PP». Y tiene razón: prácticamente todos, incluido Franquito Sánchez, palman cuando llega el día D y la hora H de la cita con las urnas. Te lo repito por enésima vez parafraseando a Lope de Vega: «Obras son amores y no buenas razones». Si quieres tanto a España, querido Page, lo tienes muy fácil, ordena a los 8 embajadores socialistas castellanomanchegos en el Congreso que voten «no» a la amnistía. Ateniéndonos a tus propias palabras, es un imperativo moral y legal. Pues eso: el martes habla por diputados interpuestos haciendo lo que siempre dijiste en petit comité que ibas a hacer o calla para siempre. Emiliano, aprende de tu hermano.
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