
El ambigú
Más madera: ¡es la guerra!
No es admisible que una Comunidad autónoma pueda gestionar flujos migratorios
La posible transferencia o delegación de la materia de inmigración a Cataluña está muy lejos de la frase : «de la necesidad se hace virtud», lo que se pretende no es en nada virtuoso. El Estado y sus competencias no pueden convertirse en combustible para conseguir apoyo político, no es mercancía. El art. 150. 2 CE establece que «el Estado podrá transferir o delegar en las Comunidades Autónomas, mediante ley orgánica, facultades correspondientes a materia de titularidad estatal que por su propia naturaleza sean susceptibles de transferencia o delegación» y al margen de las dificultades que ofrece nuestro sistema de reparto de competencias, este precepto establece un claro límite. Partamos de que no se puede confundir como fuente de atribución competencial un estatuto de autonomía y una ley orgánica de trasferencia, esta segunda fuente solo puede referirse a materias de titularidad estatal que «por su propia naturaleza» sean susceptibles de ello. La inmigración está reservada al estado junto a la nacionalidad, emigración, extranjería y derecho de asilo, por cierto, muy en la línea de cualquier estado federal. En última instancia los límites de la transferibilidad de una materia no solo la determinan su propia naturaleza sino y también el modelo de Estado positivizado en la Constitución. La inmigración es una competencia exclusiva del estado intransferible por su naturaleza y porque así lo determina nuestro modelo de estado, y ello sin prejuicio de títulos autonómicos de carácter sectorial con incidencia en la población extranjera; para entendernos: los permisos de entrada y residencia son y deben ser siempre competencia del estado mientras que por ejemplo puede ser una competencia autonómica la resolución de las autorizaciones de trabajo, y ello sin perjuicio de que las comunidades participen en órganos y procedimientos que les permitan ser oídas en la toma de decisiones del estado en materia de inmigración. Resulta paradójico observar el celo con el que se defiende la competencia estatal cuando se trata de la Comunidad Canaria frente a la disposición a trasferir esta materia a Cataluña. Todo ello me trae al recuerdo la icónica frase «¡Más madera, es la guerra!» de los Hermanos Marx en Sopa de Ganso, la cual se ha convertido en un símbolo del desenfreno absurdo, donde se sacrifica lo esencial para mantener un movimiento sin sentido. En el filme, se alimenta una locomotora con cualquier cosa que se tenga a mano, incluidos los vagones mismos, reflejando una estrategia de corto plazo que ignora las consecuencias a largo plazo. Una escena hilarante en el cine, pero perturbadora cuando la trasladamos al ámbito de la política. En un afán de resolver disputas territoriales y calmar tensiones políticas, se puede estar sacrificando elementos fundamentales del equilibrio nacional. La inmigración es un tema de carácter transversal y global que, para ser gestionado eficazmente, requiere una visión centralizada, coherente y solidaria entre las regiones. Fragmentar su gestión podría equivaler a alimentar una locomotora ya sobrecargada con las estructuras que la sostienen. No es admisible que una Comunidad autónoma pueda gestionar flujos migratorios junto a la integración social y acceso a recursos básicos, no es lo mismo. Como en la película de los Marx, esta estrategia parece ser una respuesta impulsiva a una crisis más profunda: la necesidad de redefinir el encaje territorial de Cataluña y su relación con el Estado. Sin embargo, al igual que alimentar la locomotora con sus propios vagones, ceder una política tan delicada y crucial podría terminar por debilitar aún más las bases del sistema. El «¡Más madera!» de los Hermanos Marx era una sátira sobre la insensatez; en el contexto político español, este tipo de cesiones pueden terminar siendo una comedia involuntaria, pero con consecuencias fatales.
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