Escrito en la pared

El mito del reparto

Más que el reparto, prefiero la libertad económica, las inversiones públicas productivas, el refuerzo de la educación, la dedicación de recursos al desarrollo científico y tecnológico, la promoción industrial, la mejora del transporte público y el cuidado de los parques y jardines

Durante mucho tiempo, en las zonas latifundistas de Andalucía, los campesinos sin tierras aspiraban al reparto de las grandes explotaciones como remedio a su situación y como vía para el desarrollo de la agricultura. Todavía en los años sesenta, según relató Juan Martínez Alier, ese mito vinculado con el anarquismo seguía vigente en la campiña de Córdoba. Sin embargo, la expansión del producto agrario no vino de la mano del reparto sino de la capitalización, la incorporación de las tecnologías mecánicas, químicas y biológicas, y de la puesta en riego de grandes extensiones de terreno. Todo ello convirtió a Andalucía –y a otras regiones de España– en auténticas potencias productoras de alimentos.

Esa impugnación del mito del reparto no ha impedido, sin embargo, que éste resurja como supuesta solución a todo tipo de problemas económicos y sociales. Lo estamos viendo ahora en esta campaña electoral infinita en la que todos los partidos se afanan en propuestas para repartir hasta lo más inverosímil. Que la izquierda se lleve la palma en este asunto –ocupando el liderazgo absoluto el presidente Sánchez– no significa que el centro-derecha haya abandonado esta pugna por ganar a los electores dándoles algo tangible. Véase si no el caso de la candidata del PP a la alcaldía de Pozuelo de Alarcón –el municipio más rico de España, con 26.367 de renta disponible per cápita–, quien ha prometido repartir un «cheque canguro» de cien euros por familia con hijos menores para que sus padres puedan contratar cuidadores cuando van de cena con sus amigos. ¿Podría ser eso, para la candidata, algo así como la versión liberal de las «empresas municipales de cuidados» que pretende Podemos? No sé qué pensará de esto Isabel Ayuso, que en Galapagar –cuya renta es la mitad de la de Pozuelo– dijo que ella «no quiere repartir la pobreza».

Yo, en esto, soy más bien confuciano; o sea, de los que pretenden «enseñar a pescar» a los hombres. Por eso, más que el reparto, prefiero la libertad económica, las inversiones públicas productivas, el refuerzo de la educación, la dedicación de recursos al desarrollo científico y tecnológico, la promoción industrial, la mejora del transporte público y el cuidado de los parques y jardines.