Tribuna

Mitos filosóficos y mundo contemporáneo. De Hesíodo a David Bowie

Los mitos nos alimentan siempre. Son continuamente evocados en el siglo XX, tras los ecos de la filosofía y el psicoanálisis, por artistas y pensadores muy variados y siguen marcando nuestra manera de pensar y de narrar

«Ground Control to Major Tom / Ground Control to Major Tom / Take your protein pills / And put your helmet on». Cómo olvidar la peripecia, alienante y mitológica, del astronauta Tom, orbitando en torno a su cápsula como un Odiseo espacial que ha perdido su rumbo y que, a diferencia del rey de Ítaca, ya nunca volverá a casa con su añorada esposa: «tell my wife I love her very much, she knows». Es la legendaria canción «Space Oddity» («Rareza espacial») de David Bowie, lanzada el 11 de julio de 1969, solo 5 días antes del lanzamiento del Apolo 11, e inspirada por Stanley Kubrick, que había filmado la que sin duda constituye la mayor producción mitopoética del cine del siglo XX, «2001: A Space Odyssey». Pero el fallido retorno del nuevo Ulises desde los astros se convertiría pronto en la venida mesiánica del extraterrestre, en otro de los discos de Bowie, «The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars» (1972). En él, un marciano andrógino y redentor llega a un mundo en crisis apocalíptica para salvar a la humanidad como el «hombre de las estrellas» («Starman»). Entre ambas etapas del proteico Bowie, que se puede estudiar casi como un héroe mitológico, se halla «The Man Who Sold the World» (1970), de acentos nietzscheanos, con un «Homo Superior» como Salvador. Le siguen los acordes orwellianos de «Diamond Dogs» (1974), en la distopía del «Big Brother». Y así podríamos seguir hasta la muerte del polifacético artista en 2016, con su último «single» y «videoclip», «Lazarus», lanzado el 8 de enero de 2016, dos días antes de fallecer de cáncer de hígado a los 69 años.

Una vida de héroe, como el nietzscheano poema sinfónico de Strauss («Ein Heldenleben») y como su inolvidable disco «Héroes» (1977), de la etapa berlinesa: Bowie, como personaje y autor lírico, ha sido estudiado últimamente también como paradigma casi mítico por filósofos contemporáneos como Simon Critchley o Theodore G. Ammon. Y es que sus letras incluyen los mitos más relevantes para nuestra modernidad tardía: el retorno del héroe, el mesías o el intruso –que es, en el fondo, el mismo relato desde la perspectiva de la comunidad de origen–, el tiempo cíclico, el cambio de las edades –de la de Oro a la de Hierro, que cuenta el griego Hesíodo en «Trabajos y días»–, el andrógino, la pérdida del edén y la pesadilla apocalíptica. Son esquemas muy amados por la contemporaneidad, desde el cine y el rock a las series y los videojuegos, en sus muchas relecturas de nuestros añejos y eternos mitos clásicos.

Me gusta decir a veces que los arquetipos del heroísmo contemporáneo, heredado de la vieja mitología griega, tras pasar por el filtro de Nietzsche y Freud, están representados por «la triple ómicron»: es decir, el trío formado por Edipo, Odiseo y Orfeo, pues sus nombres se escriben con esta letra en griego. Bowie los encarna a todos, especialmente a Orfeo, en su viaje al más allá, como el héroe de las mil caras de Joseph Campbell: desde el «Swinging London» al Manhattan de Warhol o al Berlín de finales de los 70, con la mirada puesta, a la vez, en una distopía política y en la innovación del sonido, que acaba relatando la catábasis al infierno de las drogas. Se ve el mito también en los muchos avatares del casi artúrico Duque Blanco en el cine: desde el extraterrestre de «El hombre que cayó a la Tierra» (1976) y el vampiro de «El ansia» (1983), al rey mítico de «Laberinto» (1984) –que se lee como una aventura junguiana del proceso de individuación – o a los detectives órficos que encarna en «Twin Peaks: Fuego camina conmigo» (1992) y a la vez en su disco Outside (1995), sumido en un mundo delirante, entre laberíntico y lynchiano («I’m deranged» adorna «Carretera Perdida», 1997).

Y es que los mitos nos alimentan siempre. Son continuamente evocados en el siglo XX, tras los ecos de la filosofía y el psicoanálisis, por artistas y pensadores muy variados y siguen marcando nuestra manera de pensar y de narrar. A ello se ha dedicado un reciente curso titulado «Mitos filosóficos y mundo contemporáneo: de Hesíodo a David Bowie» (UNED Madrid, 22/-10/5), merced a los buenos oficios de sus dos codirectores, los profesores de filosofía antigua Iker Martínez Fernández (UNED) y Jorge Cano Cuenca (UCM). Es una nueva edición del curso «Mitos filosóficos de la antigüedad» (2023), y que tuvo como objetivo indagar en la relación entre mito y filosofía desde Grecia y Roma, a través de los relatos simbólicos y explicativos que se han convertido en tópicos culturales para la inspiración de pensadores y artistas de todos los tiempos: Sísifo, Zaratustra, Prometeo, Eros, las visiones oníricas de los neoplatónicos, los suicidios de los estoicos, los continentes perdidos de las utopías, los andróginos, el laberinto, el destino del alma en el más allá, los poderes de invisibilidad, las representaciones del mal. Todas estas nociones y muchas otras han sido evocadas desde los presocráticos a los Cicerón, pero sobre todo por Platón, que es especialmente conocido por el intento de complementar sus doctrinas a través del recurso al mito, la alegoría, la parábola o incluso el cuento proveniente del folclor. De Nietzsche a Camus, de Goethe a Hannah Arendt, del cine franquista a Pixar, como se investiga a lo largo de estas jornadas, hay muy relevantes ecos literarios, artísticos, políticos y filosóficos de los diversos mitos usados en la antigüedad y de los arquetipos que reproducen. El éxito de público de estos encuentros hace augurar una larga línea de trabajo, investigación y divulgación sobre nuestros viejos compañeros de viaje en la historia de la cultura: los mitos.