Parresía
Mujeres de bandera
Hoy se te despide en coche de caballos por Triana y, mientras alzo mi copa y brindo por ti, como querías, el mundo me parece más amable, más humano, menos raro.
Septiembre me recuerda que estamos aquí de paso, que la vida son dos días y hay que procurar exprimirlos con alegría, vivirlos intensamente, lo mejor que sepamos y podamos.
Septiembre se ha llevado, de un día para otro, a dos andaluzas auténticas, brillantes, inspiradoras. Sabíamos que Teresa Campos andaba delicada y lo mismo ocurría con María Jiménez, pero no por ello me resultan menos tristes estas pérdidas. Ambas, cada una en su ámbito, despuntaron por su talento genuino y se expresaron siempre con el corazón en la mano, valientes. Sentaron precedente en el periodismo y en el arte, y han servido de ejemplo a varias generaciones de españoles. Sobre todo, a esas otras mujeres que hemos crecido admirándolas, viendo cómo ejercían de verdaderas feministas empoderadas y, derribando barreras, se ganaban el cariño colectivo.
Adiós, reina de la tele, genio y figura. Adiós, rubia despampanante, que resurgiste de todos tus dramas personales cantando por Sabina mejor que el propio maestro, que nos trajiste ese «Se acabó» para desquitarnos tantas veces, a todo volumen, de nuestros amores tóxicos. Hoy se te despide en coche de caballos por Triana y, mientras alzo mi copa y brindo por ti, como querías, el mundo me parece más amable, más humano, menos raro. Disculpad por el sentimiento, pero cómo me gustaría llegar a ser algún día una María Jiménez de la vida, sin filtros, sin miedo a nada, ni a la muerte siquiera.
De momento, una se esfuerza por comprender y explicar el día a día en nuestro país y llega a la conclusión de que el panorama no puede ser más desolador. Lo han expresado los propios jueces hace unas horas, en la apertura judicial más anómala, con un presidente interino del Tribunal Supremo y un fiscal general en funciones, enojados todos con esta clase política que no evita el colapso del poder judicial y les pone en entredicho. Todo esto, mientras un fugado de la Justicia chantajea al PSOE con una serie de exigencias peregrinas, a cambio de investir presidente a Pedro Sánchez. Y Pedro Sánchez –ahora desde la Moncloa, con COVID– tragará, parece ser, aunque el sapo crezca y crezca entre los históricos de las filas socialistas.
PSOE y SUMAR preparan ya la ley de la amnistía total al Procés –eso que les pide Junts, de entrada– no por el bien general, sino porque ese primer paso les permite seguir gobernándonos.
Si los amnistiados acataran luego la Constitución, hasta podría llegar a comprender que este Gobierno les perdonara, pero no es así. Carles Puigdemont no renuncia a la independencia de Cataluña, y lo dice con claridad. No sé si llamarle gánster, pero desde luego parece más listo que los demás.
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