V de viernes

Nanoplásticos: la otra marea

Mucho más diminutas que las "micro", las partículas "nano" están en cualquier lugar y son casi indetectables

A raíz del vertido de pellet en la costa del Cantábrico se habla sin parar de los microplásticos, pero existe una categoría completa de partículas aún más diminutas: los nanoplásticos. Cada comida que tomamos diariamente puede contener, en promedio, más de 100 microplásticos. De partículas “nano”, ni se sabe. Decenas de miles.

Un equipo de investigadores ha desarrollado una técnica que permite detectar nanoplásticos y ha observado que la cantidad que, por ejemplo, contiene el agua embotellada es superior a lo que hasta ahora se calculaba.

Los nanoplásticos son partículas de escala nanométrica, menores que un micrómetro, la millonésima parte de un metro. La nueva técnica permite detectar partículas de hasta 100 nanómetros de diámetro.

Una botella de agua promedio contiene 240.000 piezas de nanoplásticos, muchísimo más de lo que se pensaba, más tóxicos “nano” que el agua del grifo, en forma de ftalatos, bisfenoles, polibromatos y parabenes. Según la Fundación Rezero (Fundación para la Prevención de Residuos y el Consumo) en su informe “Salut de Plàstic”, aunque estas sustancias se pueden excretar diariamente, la exposición continuada puede dar lugar a diferentes patologías, entre ellas hipotiroidismo, diabetes o infertilidad. Y no todas se excretan. Algunas se acumulan.

Los ftalatos son sustancias químicas artificiales empleadas como plastificante y fijador. Suelen usarse para incrementar la flexibilidad y elasticidad de los plásticos o bien para fijar fragancias en perfumes, ambientadores, etcétera. Su presencia en la vida cotidiana está muy extendida, desde envases de plástico para alimentos hasta juguetes infantiles, papeles pintados o tintas de impresión.

Los fenoles se utilizan para dar forma y resistencia a los plásticos, y se encuentran en multitud de envases alimentarios, desde botellas de plástico hasta envases precocinados, fiambreras, etc...), así como en la elaboración de resinas que protegen las latas de conservas. De manera que está presente en tíkets, botellas, cosméticos, detergentes, etc.

Para hacernos una idea de la magnitud del problema, en una analítica de orina realizada por el Instituto Hospital del Mar a 20 líderes de opinión de distintos ámbitos, se detectó la presencia de 20 de los 27 compuestos plásticos buscados, que se dividían fundamentalmente entre fenoles y ftalatos.

Claro que no todo son malas noticias. Un equipo de científicos dirigidos por la Universidad de Portsmouth y el Laboratorio Nacional de Energía Renovable del Departamento de Energía de EE. UU ha diseñado una enzima que puede digerir algunos de los plásticos más contaminantes.

El descubrimiento, publicado en la revista PNAS, podría alzarse como un curioso pero fantástico remedio de reciclaje para millones de toneladas de botellas de plástico, hechas de tfalato de polietileno, o PET, que actualmente persiste durante cientos de años en el medioambiente.

Los expertos diseñaron inadvertidamente una enzima que es aún mejor para degradar el plástico que la que se desarrolló en la naturaleza, producida por la bacteria Ideonella sakaiensis. Y en Ecuador han descubierto un hongo que come plástico y podría limpiar la basura de nuestros vertederos.