El buen salvaje

El novio

Que esta sea la manta con la que pretenden tapar la otra de la que algunos quieren tirar delata la desesperación, solo comparable a la euforia de Bolaños cuando anunció la amnistía

A ver, yo tenía un novio que tocaba en un conjunto «beat» (canción de Rubi y los Casinos), claro que yo, como la presidenta de la comunidad de Madrid, soy muy «poppie», a la que suena de más una guitarra me escondo bajo la almohada y me duermo, no digamos el rock progresivo, que debe ser como un chute de heroína. Pink Floyd es mi mejor orfidal. A lo que vamos, qué tienen que ver los novios con lo que uno significa. Lo de la mujer del César es tan patriarcal como Barbie. Si yo tenía un novio que tocaba en un conjunto beat, bastante desgracia fue como para que me lo recuerden. Es más, hay presidentes que se enamoran de chicas de otro conjunto beat que no quieren que se les eche en cara y mandan recaderos para decirnos que lo suyo son Los Planetas y que dejen en paz a la novia de Frankenstein, más cerca del «Volare» de Domenico Modugno. Perdón, pero tengo reciente la relectura de la novela de Mary Shelley y las maletas de Delcy y Aldama en el aeropuerto. Terrorífico.

Lo de la cantinela rockera del novio de Ayuso es una bajona cercana al vómito. Que los que han ocultado en el rincón de sus guitarras la trama de Koldo y sus hermanos titulen a cinco columnas con el supuesto fraude a Hacienda del hombre que besa la nuca de Ayuso resulta no solo inmoral sino cómico, pues es de risa comparar una inspección de Hacienda con una trama que implica a un Gobierno entero. Lo del novio es un asunto privado, feo o feísimo ya veremos, pero privado. Que esta sea la manta con la que pretenden tapar la otra de la que algunos quieren tirar delata la desesperación, solo comparable a la euforia de Bolaños cuando anunció la amnistía. No hay que fiarse de los novios, pero eso no es corrupción, que se lo pregunten a las novias de don José Luis.