
El buen salvaje
La ONU
La ONU es un festival de Eurovisión con menos pluma, tan plagado de adjetivos que se olvidan de los nombres y de los hombres
La ONU es uno de esos lugares donde se dicen unas cosas y se hacen otras. Como en las comidas de «Los Soprano». Dirigentes del mundo claman en unos discursos sonrojantes sobre las guerras que parecen sacados de las respuestas de las participantes en un concurso de Miss Universo. Mucha laca y mucho cardado, en esa lucha por ver quién merece el Nobel de la Paz, si Trump o Sánchez, mientras la tierra sigue desangrándose, como siempre. La ONU tiene la misma influencia que una comunidad de vecinos en la política de Madrid. Casi todos son viejas del visillo con tan buenas intenciones como nula capacidad para evitar que nos adentremos cada cierto tiempo en el corazón de las tinieblas. Se preguntan por Gaza, de la misma manera que en su día dieron vueltas al genocidio en Yugoslavia, ¿o no era genocidio, ya no sé?, con unos cascos azules que deambulan al estilo geyperman, necesitados de que una mano invisible que los mueva, como en los anuncios de juguetes. Ruanda, Srebrenica. Haití, en fin, esos lugares que estremecieron un ratito en los telediarios, tienen un buen recuerdo de esta panda de inútiles con buen sueldo y apartamento en Nueva York, que encima se dan golpes de pecho por nuestros pecados.
Los hilos de la ONU los mueven los países que tienen dinero o armamento nuclear, así que mejor que no nos den sermones de domingo y que se atrevan a cambiar un modelo corrupto necesitado de un renacimiento. Una de las figuras más fascinantes de este organismo inane es la figura de los relatores, «independientes» nombrados por una de las comisiones que se meten en políticas ajenas, normalmente para hacer agujeros a la verdad. Tuvieron las narices de enjuiciar la tortura en España y de pronunciarse a favor de la amnistía en Cataluña. Relatores de los que le da la gana que se presentan como voces autorizadas de la ONU cuando son marionetas que cantan en «playback» la manera de elaborar una teoría que llegue a la conclusión que ya llevan preparada.
La ONU es un festival de Eurovisión con menos pluma, tan plagado de adjetivos que se olvidan de los nombres y de los hombres. Se crecen en el estrado creyéndose Marlon Brando haciendo de Julio César cuando no pasan de un cameo en «Aída».
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