Parresía

Otegi y los demás

Otegi, que ha tenido la osadía de comparecer ante los medios a raíz de que el Tribunal Constitucional haya cerrado su caso, tumbando una decisión unánime del Supremo

Acabamos una semana en la que el CIS ha dado un vuelco a los resultados electorales del 23J. El organismo que dirige el socialista Tezanos vuelve a colocar al PSOE como claro vencedor, si ahora se celebraran elecciones, y a Pedro Sánchez como el único líder al que no le han pasado factura las polémicas cesiones que vamos conociendo de su Gobierno al independentismo. Todos los demás «primeras espadas» de nuestro panorama político salen tocados y hundidos en el sondeo, incluida Yolanda Díaz.

¿Qué tendrá Sánchez, que se pone un abrigo y lo agota en las tiendas, en cuestión de horas? A mí, que me registren. No entiendo el fenómeno, y menos aún que en la calle se hable casi más de su perfil «influencer» que de la ley de amnistía al Procés, que sigue tramitándose contra viento y marea (a pesar de la lista de dudas que han expuesto los letrados del Congreso sobre su constitucionalidad).

Es cierto que los españoles somos un pueblo estoico, curado de espantos, experto en rumiar, en quitar hierro y olvidar. Si no, las calles arderían. Para nuestro presidente, la verdad es esa realidad con la que le toca lidiar en cada momento, y su objetivo último –agotar la legislatura– lo justifica todo. Eso sí, sus ministros repiten el mantra de que negocian siempre en el marco de la Constitución. Enfrente, los de Junts les recuerdan que Puigdemont tiene la sartén por el mango. Todo debe pasar previamente por Waterloo y, si no, colorín colorado. Habrá que ver hasta dónde alcanza finalmente el perdón de la amnistía y en qué se traducen las cesiones de competencias en inmigración a la Generalitat catalana.

Puigdemont y los suyos lo quieren todo, no pueden ser más claros cada vez que abren la boca. Demasiado dañinos los aliados de este Gobierno que, recordemos, tiene también como socio preferente a los abertzales de Bildu. Me molesta tener que escuchar ruedas de prensa de determinados personajes, por mucho que les hayan rehabilitado y se hagan llamar «hombres de paz». Estoy pensando en Arnaldo Otegi, que ha tenido la osadía de comparecer ante los medios a raíz de que el Tribunal Constitucional haya cerrado su caso, tumbando una decisión unánime del Supremo. ¿Cómo se os queda el cuerpo viendo a Otegi acusar a la Justicia de estar politizada, o afirmando que al Estado no le interesaba que ETA dejara de matar y desapareciera? Ahora resulta que la culpa de que los etarras mataran no fue de los propios terroristas, sino del Gobierno opresor, que fue a por él. ¿Se puede ser más sinvergüenza?