El buen salvaje
Pablo Iglesias y su Fiesta de la Primavera
Pablo anuncia la primavera aunque está deseando que llegue el invierno, que es donde mejor se mueve
Para Podemos la Fiesta de la Primavera es una Semana Santa laica en la que sale en procesión Pablo Iglesias con todo el joyerío para que le aclamen bajo palio las masas, aunque luego puedan burlarse de Su Santidad como los de TV3 con la Virgen del Rocío. La izquierda que se mete con las Vírgenes atenta contra su electorado, tiros en el pie en lugar de al corazón de Jesús, como hacían en la República, porque la mayoría de los que lloran ante las procesiones no son ingenieros. Eso lo sabe cualquier andaluz desde chico. Pero insisten en no creer que la Esperanza de Triana es medio torera y medio comunista. Y así les va. No entender al pueblo es el primer paso para perder siempre.
La primavera tiene sus flores negras, no todo son amapolas que crecen en desorden, a lo CNT, evanescentes y tan efímeras que no aguantan un mitin, ni un vientito de Levante. Yolanda, la de blanco, es la negra flor de Pablo y así se lo hizo saber cuando sus chicas, Belarra y Montero, deambularon por esta pasarela primaveral. Esta temporada se lleva pedir unidad pero para que sean los demás los que se acoplen. Montero llegó a más y le espetó a Yolanda: «Claro que somos mujeres de, mujeres de nuestros partidos». Qué sintaxis tan bien planteada, qué respuesta airada a lo Álvarez Quintero, así da gusto porque uno teclea un artículo y parece que esté tocando el piano de lo bien que suena.
Lo curioso de esta izquierda ñoña que suelta frases de los 300 para aparentar bravura, de «los cañones mediáticos del poder» habló Iglesias, también del «enésimo intento de matar a Podemos», es que se rodea de una desconcertante estética cuqui, de adolescente eterno, una mezcla de cartel universitario y póster de buen rollo que es donde se encuentran Unidas Podemos y Sumar. Pablo Iglesias y Yolanda Díaz sólo coinciden en la cursilería de fondo, lo que nos lleva a pensar que esta extrema izquierda es de Hello Kitty, de la misma manera que la extrema derecha es devota de la cabra de la legión.
En este territorio pastel se maneja mejor Yolanda, la de la sonrisa empalagosa, si bien el que sabe cómo disparar al sistema es Pablo porque puede explotarse a sí mismo y derrochar sus vísceras en «prime time». Pablo anuncia la primavera aunque está deseando que llegue el invierno, que es donde mejor se mueve. Pablo, al cabo, es un vampiro y Yolanda todavía no ha pasado de la bruja del Oeste del mago de Oz, por lo que el primero puede resucitar, que estaba de parranda.
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