Las correcciones
El pacto con el diablo
Netanyahu y su equipo aceptan a regañadientes el trato con Hamás porque es el mejor acuerdo disponible
En Israel no olvidan el caso de Nachshon Wachsman, un soldado secuestrado por Hamás en 1994 cuyo trágico desenlace puso de manifiesto las enormes dificultades de las operaciones de rescate. Israel conocía exactamente las coordenadas dónde se encontraba retenido Wachsman, en Cisjordania, a las afueras de Jerusalén, pero un intento de rescate resultó desgraciado. El soldado fue asesinado por Hamás cuando los comandos de las FDI intentaban irrumpir en el escondite y el jefe del operativo fue ejecutado también por los islamistas.
En los 48 días de guerra en la Franja de Gaza sólo se ha conseguido liberar a un rehén -la soldado Ori Megidish, hace tres semanas, en una operación de las fuerzas especiales altísimo riesgo-, y eso, a pesar de que el Tsahal ha tomado ya el control de prácticamente todo el norte del enclave palestino.
Frente a la dificultad de liberar a los rehenes, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y su equipo han aceptado a regañadientes el acuerdo porque es el mejor disponible. Obviamente, Israel habría querido un pacto que garantizara la devolución de todos los rehenes, sin excepción. Pero como explica David Horovitz en el "Times of Israel" a los ministros se les dijo que no existía tal acuerdo. Conscientes del dolor de las familias de las personas que todavía permanecerán cautivas por Hamás, la mayoría ancianos y padres israelíes, los ministros -añade Horovitz- votaron a favor del acuerdo sabedores de que era un pacto con el diablo que tenían que firmar. Israel desconfía de Hamás que asegura que es una tregua con el gatillo apretado, pero no tiene más opciones.
La presión exterior e interna ha hecho que el Gobierno de Netanyahu fuera modulando su posición respecto a los rehenes. De las declaraciones iniciales sobre que las FDI atacarían a Hamás en todas partes salvo en los lugares en los que la inteligencia tuviese información fiable de que pudieran encontrarse los secuestrados, a las afirmaciones del ministro Benny Gantz diciendo que Israel tiene «décadas» para destruir a la organización islamista mientras que el imperativo de la liberación de los rehenes es urgente.
Netanyahu ha acordado una tregua temporal de cuatro días a cambio de la liberación de medio centenar de cautivos y por cada diez secuestrados adicionales se podrá sumar otras 24 horas de cese de las hostilidades. Los desencuentros de última hora sobre la identidad de los rehenes y los términos de su entrega han retrasado hasta hoy su puesta en marcha aunque cualquier grano de arena puede llevar al traste el acuerdo en esta inflamable región. Europa y los países árabes, que han estado al margen de esta negociación pilotada por Estados Unidos y Qatar, esperan que el éxito del acuerdo pueda convertirse en el primer paso para construir una solución política a largo plazo. Nadie cree que vaya a suponer el fin inmediato del conflicto, ni el establecimiento de la lógica de paz, pero sí se espanta por unos días el gran temor de una regionalización del conflicto. Hamás, además, puede caer en la tentación de alargar el cese de las hostilidades liberando a cuenta gotas a los rehenes retenidos. Después de los salvajes ataques terroristas del 7 de octubre y de la campaña área y terrestre sobre la Franja de Gaza, la política impone un tenue silencio de las armas, pero silencio al fin y al cabo.
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