
El buen salvaje
Paquita
Digamos que Paquita es el envés de Rigoberta Bandini. Una está encriptada para la otra
Con este nombre solo podría ser una tía del pueblo o una fulana. Hay nombres que se esculpen solos, como Ambrosia, Frasquita o Alfonsa. Tuve tías llamadas así. Paquita, Paca, Paqui, según la edad. Hay algunas que acaban siendo Paquita hasta su muerte, como la que nos acaba de dejar, Paquita la del Barrio, diminutiva en el exceso hasta el final. Los obituarios de la finada delatan, creo, una falta de conocimiento del fenómeno que representó. La retratan como una mujer chistosa, capaz de cantar «Rata de dos patas» y de poner de punta en blanco a un macho en unas pocas estrofas. Que también. Pero sus canciones no rezumaban feminismo tal y como lo conocemos porque en el universo en el que se desarrollan ese término no existe. Paquita hace realidad las teorías de Einstein que estiran el tiempo y hacen chicle de un trozo del universo. Paquita era, en mujer, el monolito de Kubrick. En vez de aporrear huesos, llamaba inútiles a los hombres sin los que no podría vivir. La del Barrio es todavía una hembra en el siglo de la pasión y el amor de antes, en paralelo al de ahora. La gente la escuchaba como una parodia pero ella era de verdad, solo que en otra dimensión, tal vez más auténtica. Hay una tendencia a simplificar conceptos, será porque no nos caben tantos en la cabeza. Eso ha hecho que expliquen a Paquita de una manera equivocada, en el error de teorizar con las tontunas de hoy los pilares de un mundo antiguo y restallante.
La cantante pertenecía al club de las que interpretan con los bajos. A la par que María Jiménez o Rocío Jurado. Todas insultaron a a sus hombres de tanto que los adoraban. En esa galaxia son varones y mujeres de otra manera. Ellas no se dejan dominar, deseosas de rezar por alguien si llega tarde a casa. Digamos que Paquita es el envés de Rigoberta Bandini. Una está encriptada para la otra. La mexicana no fue una avanzadilla de las remolonas que vendrían después. Ella vomitaría esa herencia porque en su mundo el trono no era para una víctima insulsa sino para una diosa que elige su destino.
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