Biblioteca Harley-Davidson

Paz y palabra

Su sincero interés nacía de tratarse de una luchadora innata a favor de la igualdad y las situaciones justas

En el primer lustro del siglo, tuvimos un Alfa Romeo 156 que compró mi mujer. Guardo muy buenos recuerdos de aquella máquina. Cuando la autoridad no miraba, en algunas rutas sin peligro, lo ponía a más de doscientos y era dócil, preciso y a la vez potente. Lo que más me gustaba de él era su habitáculo, que resultaba muy acogedor y confortable. En ese espacio, modesto y privilegiado, tuve una conversación memorable, una noche de principios de siglo con Victoria Prego y un par de destacadas figuras de la filología catalana. Acabábamos, los filólogos y un servidor, de promover un acto para reivindicar la necesidad de crear un nuevo partido en Cataluña que representara a toda una parte de la población que se sentía huérfana de opción política. El éxito del acto superó todas las expectativas y Victoria Prego vino desde Madrid para saber qué estaba pasando en Cataluña. Me sorprendió su accesibilidad, su naturalidad, su sincera curiosidad y su total ausencia de engreimiento, a pesar de ser una figura ya famosísima en nuestro país.

Debido a esa cordialidad, cuando el acto acabó, nos ofrecimos para llevarla a su hotel en mi coche. Llegados a destino, su conversación era tan apasionante y su anhelo de conocer tan infinito que nos quedamos largo rato allí, aparcados charlando, proporcionándole detalles sobre nuestra región. Ahora que nos ha dejado, me doy cuenta de la fortuna que tuve de acceder a ese pequeño magisterio de ciudadanía y curiosidad intelectual. Su sincero interés nacía de tratarse de una luchadora innata a favor de la igualdad y las situaciones justas. Siempre que podía, se ocupaba, además, de dejar bien claro que las únicas herramientas válidas para esa lucha eran la paz y la palabra.

Sirvan estas letras para recordar ese legado. Y, por supuesto, la necesidad de mantenerlo vivo en el recuerdo con ejemplos como ese.