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Editorial

Hacia el peor futuro, pánico e incertidumbre

España está lejos de hallarse preparada para sortear una recesión y conviene que el Gobierno lo asuma y se resista a agitar la crisis en su provecho para distraer la atención de sus gravísimos problemas

La guerra comercial de Donald Trump ha evolucionado como se esperaba, un acelerante de las inseguridades, los desequilibrios y los miedos en la comunidad internacional. Gasolina al fuego para prender el viejo orden mundial y alumbrar el nuevo en una suerte de política de tierra quemada sin cortafuegos. Hay teorías para todos los gustos, incluso la que mantiene que la Casa Blanca va de farol, que este manotazo a la estabilidad del planeta es la manera de negociar de un jugador de ventaja para mejorar su mano y que la sangre no llegará al río. Es el enfoque optimista que nos parece voluntarista y confiado sobre la convicción de quien ya anunció este presente en un tiempo pasado e incluso que lo puso en marcha en su primer mandato presidencial. El pánico que zarandeó ayer los mercados mundiales después de otra jornada negra fue la constatación de que una estampida nos empuja hacia el abismo. Las bolsas replicaron con angustia al estado de estrés desatado por la fiebre arancelaria de Washington que evaporó millones y millones de dólares. Como era de esperar, llegaron los primeros contraataques de entidad como el de China con tasas adicionales del 34% a los productos de Estados Unidos. La guerra se agudizó con la rapidez que se deteriora la certidumbre y crece la amenaza para la prosperidad y el bienestar. La recesión mundial es un porvenir posible y el temor a sus estragos estremeció las cuadernas económicas y políticas con una intensidad proporcional a la alarma. Los indicadores clave retrataron que el mercado intuye el shock en gestación con menor actividad y demanda y está por ver si mayor inflación en un contexto de vértigo y zozobra. La caída del precio del petróleo y del gas, aunque positiva para los consumidores, fue el reflejo de esa turbación que se manifestó en que el riesgo de recesión global se proyectó veinte puntos. Que esa mecha prenda en origen en uno u otro lugar incidirá poco o nada en los daños, sea Washington, Berlín o Madrid. Así que conviene no hacerse trampas en el solitario ni jactarse de una robustez económica cogida con alfileres por la creatividad estadística, la doblez retórica y la propaganda oficial como hizo Pedro Sánchez en su comparecencia para anunciar su lánguido plan de choque. España está lejos de hallarse preparada para sortear una recesión y conviene que el Gobierno lo asuma y se resista a agitar la crisis en su provecho para distraer la atención de sus gravísimos problemas. Lo prudente y lo inteligente no es sacar pecho ni conducirse bajo la máxima de que no hay mal que por bien no venga, nada de saldremos más fuertes, sino prepararse para la embestida. Deseamos que por una vez el sanchismo esté a la altura y actúe con honestidad en una negociación con el PP para articular una política de país. No hay precedente que lo justifique y sí para que los populares sigan firmes en su labor de oposición al peor gobierno.