El trípode
Del Plan Ibarretxe al Plan Urkullu, (con Sánchez)
Otegi se mantiene en un discreto segundo plano, consciente de que su exposición mediática seria demoledora como socio prioritario del actual Frankenstein.
Acabado un mes de agosto plagado de noticias distintas y distantes, destacando entre éstas el mundial femenino de fútbol y la del asesinato con posterior descuartizamiento del cadáver sucedido en Tailandia, y que por su dramatismo fue de particular interés para copar la sección de sucesos, ahora, en septiembre, queda espacio para la política. También la constitución de las Cortes Generales y la composición de la Mesa del Congreso dio pistas muy claras acerca de lo que se avecina. El relevo noticiable de la actualidad está ahora enfocado en el «caso Rubiales», operación de manual para desviar la atención pública y publicada de las oscuras maniobras en la sombra por parte de Sánchez y sus terminales para negociar lo innegociable, para poder seguir en la Moncloa. Producido el gélido encuentro con Feijoo, vuelven al primer plano los que tienen en sus manos el futuro del sanchismo, es decir, el residente en Waterloo acompañado de los nacionalistas vascos.
De momento, Otegi se mantiene en un discreto segundo plano, consciente de que su exposición mediática seria demoledora como socio prioritario del actual Frankenstein. Pero Puigdemont ya anunció ayer que será el martes cuando fijará las condiciones de Junts para la investidura, al tiempo que niega haber empezado las negociaciones. Obviamente, no se lo cree nadie, por razones parecidas a las de Otegi lo que es una prueba más de la deplorable situación en la que se encuentra sumida la política en España. Para no perder comba, el PNV se ha pronunciado por medio del lehendakari Iñigo Urkullu, que debe batirse con Otegi en unas elecciones autonómicas más abiertas que nunca y que pueden suponer la pérdida de la hegemonía del PNV en el Parlamento vasco, ya anunciado en las recientes elecciones del 28 M y el 23 J. Conviene recordar que fueron ellos los que en la infausta Moción de censura de 2018, con sus votos desequilibraron la balanza a favor de Sánchez, justo después de haber pactado nada menos que la ley de Presupuestos con Rajoy que no gestionó su gobierno. No fue un gesto del que sentirse orgullosos, más propio de otras latitudes que de la nobleza euskaldún proclamada. El lehendakari publicó ayer un artículo en el diario oficial del régimen –no confundir todavía con el BOE– donde reclama un pacto territorial para «reinterpretar» (sic) la Constitución. Es la versión actualizada del Plan Ibarretxe de 2004, que pasa a ser el Plan Urkullu. El problema es que la actual España está en las manos que está. Y con el TC de Pumpido, para controlar su constitucionalidad.
✕
Accede a tu cuenta para comentar