Sin Perdón

El poder de Puigdemont y los enemigos de España

«La recuperación de la coalición independentista es muy difícil, aunque en la política catalana no hay nada imposible»

Las tres elecciones que celebraremos este año son un claro plebiscito del sanchismo, aunque dependerá del nivel del fracaso la posibilidad de celebrar unas nuevas elecciones generales o una moción de censura que pueda ser viable para formar un gobierno breve que nos llame otra vez a las urnas. A priori estoy convencido de que Sánchez aguantará a pesar de las derrotas que sufra. Es cierto que tiene sus esperanzas puestas en las catalanas, donde la izquierda política y mediática se volcará para que Illa consiga superar a Puigdemont. Lo de gobernar es más incierto, porque puede repetirse una coalición entre los independentistas, aunque se odien entre ellos. Otra posibilidad es que Sánchez sacrifique a Illa, como en su día sucedió en el País Vasco cuando González hizo lo mismo con Ramón Jáuregui para que José Antonio Ardanza fuera lendakari. Es cierto que era un escenario marcado por la violencia etarra y la escisión interna en el PNV, que fue el más votado, pero consiguió 17 escaños frente a los 19 del PSOE. Por supuesto, los nacionalistas recuperaron la primera posición en las siguientes elecciones de 1990 y 1994.

Lo que suceda este domingo en el País Vasco es muy interesante tanto en clave autonómica como española. Una victoria clara de Bildu, la formación controlada por los antiguos dirigentes del aparato político y militar de ETA, abre un escenario lleno de incertidumbre, porque lo normal es que exija gobernar. Es difícil que Otegi diga a sus seguidores que permitan que el PNV gobierne siendo la segunda fuerza. Es cierto que todo el mundo dice que los antiguos etarras no tienen prisa y que su proyecto es a largo plazo. Es una teoría contradictoria, pero falta poco para que sepamos como quedan las piezas en el tablero. Lo que parece evidente es que el PSOE se siente feliz siendo la muleta del PNV o Bildu y que estos últimos no tienen otra alternativa que apoyar a Sánchez en Madrid. Lo mismo sucede con ERC.

Lo que resulta también evidente es que el sanchismo está acabado como también lo estuvo Felipe González tras las elecciones de 1993 o Zapatero en 2008. Es un declive irreversible que se puede alargar más o menos, pero existe una percepción generalizada sobre esta realidad. Las declaraciones este sábado de Puigdemont ponen sobre la mesa la crisis profunda que afecta al Gobierno y su debilidad parlamentaria. El expresidente catalán se siente muy fuerte, porque tiene un relato, desgraciadamente, épico que justifica, incluso, su cobardía al huir de España para no asumir la responsabilidad de sus delitos políticos. Por ello, aseguró que el PSOE «se hunde en toda España». No hay más que ver el ciclo electoral para constatar que no es ninguna exageración. Esto explica la importancia del plebiscito catalán, que, en otras circunstancias, no tendría esta relevancia. Con un resultado patético en el País Vasco, como todo parece indicar, y un fracaso en Cataluña, podríamos decir que la legislatura nacional quedará irremediablemente tocada. Sánchez se convierte en un pato cojo, por no utilizar una terminología más dura.

En general se desdeña la posibilidad de que Puigdemont gane las elecciones y sea el próximo presidente de la Generalitat. Es bueno tener presente que tendrá en frente a dos candidatos muy grises como Illa y Aragonès. En cambio, puede esgrimir la épica independentista que siempre resulta atractiva, ya que Sánchez le ha rehabilitado y todo el mundo sabe que no le importaría que volviera al Palau de la Generalitat. El candidato de Junts está muy crecido, porque es su última oportunidad. Se la juega a todo o nada, por lo que no tiene nada que perder. En cualquier caso, la frase que dijo este sábado de que «es hora de hacer temblar al Gobierno, el PSOE se hunde», permite augurar una legislatura agónica para Sánchez. Es bueno tener presente que siempre insiste en que es el único que tiene la capacidad de decirle que «no». Al final, todo se centra en el precio que esté dispuesto a pagar para seguir en La Moncloa. Me temo lo peor.

Puigdemont hará todo lo que sea necesario para gobernar. Es muy clarificador que cuando anunció su candidatura no escuchamos crítica o ataque al Rey o a la Corona. Es la primera vez que sucedía en un discurso importante. La institución queda al margen, porque se centra en arremeter contra sus enemigos que son Sánchez y Junqueras. Es muy consciente de que quieren formar un gobierno de coalición y acabar con su figura. A esto hay que añadir que no sea fía de ellos. Por ello, la recuperación de la coalición independentista es muy difícil, aunque en la política catalana no hay nada imposible. En el caso de Sánchez no hay ninguna duda si vemos su comportamiento con los indultos, la amnistía o las cesiones a los herederos de ETA como sucedió con Navarra. Lo único que le importa es su supervivencia.

Otra ficción es que los dirigentes de Junts se querrían librar de Puigdemont para reconstruir el partido. Es la habitual propaganda sanchista que promueve la izquierda mediática. No hay nada que indique, sino todo lo contrario, que el mesías del independentismo no controle un movimiento que se ha convertido en una secta que siguen centenares de miles de catalanes con enorme fervor. Finalmente, las comisiones de investigación en el Congreso y el Senado, aunque la primera sea un paripé al servicio del sanchismo, no benefician las expectativas del PSOE. La corrupción sistémica en este partido es un grave problema, así como la percepción de que todo lo que hace su líder es un teatrillo de mala calidad. Por tanto, es otro factor que debilita a los socialistas unido a la catastrófica situación de Sumar y su carismática lideresa, dicho irónicamente, Yolanda Díaz.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)