El trípode

Política antinatalista: el suicidio de Europa

Hoy ya no sorprende, por ejemplo, que dos muy importantes autoridades del país, como el Primer Ministro y el Alcalde de la capital británica Londres, sean respectivamente un conservador de origen pakistaní, Sishi Sunak, y un laborista musulmán, Sadyk Khan.

Europa está viviendo un auténtico invierno demográfico, con la continuada caída de la natalidad que viene experimentando desde hace años que está causando un cambio sin precedentes en su realidad social y política. Precisamente, esa carencia de personal autóctono para determinados trabajos para los que no hay demanda por la población local es una de las causas de que la inmigración –la legal y la irregular– sea un auténtico fenómeno no coyuntural que está cambiando la sociedad de Europa. El Reino Unido es un ejemplo paradigmático –y no único, por supuesto– de ese cambio que ya se proyecta de manera creciente en la política. Hoy ya no sorprende, por ejemplo, que dos muy importantes autoridades del país, como el Primer Ministro y el Alcalde de la capital británica Londres, sean respectivamente un conservador de origen pakistaní, Sishi Sunak, y un laborista musulmán, Sadyk Khan.

Esa caída de la natalidad provoca que no se alcance tan siquiera el índice de reposición en la mayoría de países de la UE, con Italia, España y Malta en la cola de ese ranking, con tan solo 1.25, 1.19 y 1.13 hijos por mujer, respectivamente. A esa preocupante realidad hay que añadir que la esperanza de vida es creciente en todos ellos, destacando en cabeza España, y no solo a nivel europeo sino mundial, únicamente superada por Japón. Ante ese panorama, el mantenimiento del estado de bienestar, que tiene en el sistema público de pensiones su pilar esencial, corre grave riesgo de resultar insostenible. Por ello, aunque solo fuera por ese fundamental interés social, la promoción de una política de ayuda y fomento a la natalidad y la familia debería estar destacada en la vanguardia de España y de la UE. Pero lamentablemente sucede todo lo contrario: las políticas consideradas como nucleares e indiscutibles por «Bruselas» son precisamente las que atacan a la familia, con el eufemismo de calificar de «tradicional» a la que es natural en la especie humana constituida sobre la unión de un hombre y una mujer, y abierta a la vida. El aborto, considerado como un derecho de la mujer, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la ideología de género y la invención y promoción de innumerables modelos de familia distintos del natural constituyen un proyecto integral de ingeniería social donde el ser humano –varón y mujer– desaparecen como tales, y con ellos los hijos. Hungría es una excepción a ese desolador panorama y es el estado más atacado por la UE. Meloni en Italia está decidida a darle la vuelta a esa situación. España, en cambio, ni está ni se la espera.