
Editorial
Ni política de defensa ni Presupuestos
Así se desenvuelve el sanchismo, a la corta, sin escrúpulos, y con el firme y único propósito de conservar el poder cabalgando las contradicciones y las falacias que sean precisas
El Gobierno ni se preocupa en disimular su descriptible respeto por los procedimientos, las instituciones e incluso por la Constitución. Su trayectoria es clarificadora y su hoja de servicios al respecto denota la deriva de una administración que se ha acostumbrado a la arbitrariedad y el relativismo en cuanto el marco jurídico se convierte en un inconveniente. Hace ya tiempo que el sanchismo ha tomado al Parlamento y a la Carta Magna como meras transparencias, ámbitos desapacibles e incluso hostiles y ha preferido burlar las reglas del juego y olvidarse del buen gobierno. Ayer mismo el Ejecutivo nos regaló una pieza, otra más, que sinceramente resultaría irrepetible en cualquier otra democracia homologable. La portavoz Pilar Alegría confirmó que otro año más no presentarán el proyecto de Presupuestos Generales del Estado porque carecían de los votos necesarios para aprobarlos y, textualmente y sin sonrojarse, por «no perder el tiempo». Moncloa transmitió así que el incumplimiento en cuestión con la ley más importante del año no era tal pues no se quebrantaba mandato constitucional alguno en una tergiversación de la realidad que abochornaría a cualquiera con un mínimo de honestidad. Naturalizar que la administración del estado que debe dar ejemplo y servir de referente a la ciudadanía se declare en rebeldía ante la norma suprema con tal displicencia y jactancia deja en evidencia la pulsión despótica del régimen, que otea y arrumba los preceptos legales cuando le viene en gana. Que pueda pasar este fraude doloso sin consecuencias encaja con la degradante y sombría etapa actual del país. El debate sobre la política de Defensa y el gasto militar es otro capítulo de un régimen echado al monte. El Congreso conoce hoy la posición oficial del presidente varias semanas después que la mayoría de primeros ministros occidentales. Ya sabemos, porque Moncloa lo ha querido, que Sánchez no presentará plan alguno al respecto ni ofrecerá acuerdos al Partido Popular, sino, más bien, todo lo contrario. Utilizará la sesión para atacar a Núñez Feijóo y reconciliarse con sus socios «pacifistas» con el manejo de la retórica y el discurso del equívoco y la ambigüedad. Es decir, aquel en el que el rearme no es tal y las partidas militares en realidad se resumen en lucha contra el cambio climático, la tecnología, las vacunas y los trenes. Unas horas después se presentará en la cumbre sobre Ucrania de París, en la que, todo es posible, podría enfundarse el traje del señor de la guerra. Así se desenvuelve el sanchismo, a la corta, sin escrúpulos, y con el firme y único propósito de conservar el poder cabalgando las contradicciones y las falacias que sean precisas. En resumen, ni política de Defensa que merezca tal nombre ni Presupuestos ni Constitución ni Parlamento en esta lenta agonía de una legislatura muerta pero no enterrada.
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